<p>El dolor es el dolor. Cuando aparece no hay forma de ignorarlo. Lo ocupa todo, todo lo puede, nada respeta. Y, sin embargo, y pese a su afán tan doloroso de protagonismo, sobrevivimos gracias a él. Y no lo decimos nosotros, lo dice el sentido mismo de la evolución de las especies que reconoce en él una herramienta de lo más útil para mantenernos alerta; para avisarnos de todo aquello que, si no se detiene a tiempo, acabará por destruirnos. Los que no sienten dolor mueren antes. <i>’A Real Pain'</i> (Un verdadero dolor o un dolor real, como más duela) es una historia dolorosa, pero cuya intención es aliviar. O, al revés, es la narración de un viaje de placer que, en verdad, duele. Y es ahí, en ese raro equilibrio entre lo insoportable y lo que cura, donde se queda a vivir. Jesse Eisenberg ha confeccionado una película que cuesta hacerse con ella, que cambia de rumbo a cada paso que da, que despierta ese dolor necesario del que con demasiada ligereza y excesiva imprudencia desearíamos huir. <i>'<strong>A Real Pain'</strong></i><strong> es una gran película que se ama tanto como se odia. Y eso, no lo duden, no solo es bueno, también es muy bueno.</strong></p>
Jesse Eisenberg confecciona una rara y muy incómoda comedia sobre la Shoa a la mayor gloria de un actor delicadamente incomprensible
El dolor es el dolor. Cuando aparece no hay forma de ignorarlo. Lo ocupa todo, todo lo puede, nada respeta. Y, sin embargo, y pese a su afán tan doloroso de protagonismo, sobrevivimos gracias a él. Y no lo decimos nosotros, lo dice el sentido mismo de la evolución de las especies que reconoce en él una herramienta de lo más útil para mantenernos alerta; para avisarnos de todo aquello que, si no se detiene a tiempo, acabará por destruirnos. Los que no sienten dolor mueren antes. ‘A Real Pain’ (Un verdadero dolor o un dolor real, como más duela) es una historia dolorosa, pero cuya intención es aliviar. O, al revés, es la narración de un viaje de placer que, en verdad, duele. Y es ahí, en ese raro equilibrio entre lo insoportable y lo que cura, donde se queda a vivir. Jesse Eisenberg ha confeccionado una película que cuesta hacerse con ella, que cambia de rumbo a cada paso que da, que despierta ese dolor necesario del que con demasiada ligereza y excesiva imprudencia desearíamos huir. ‘A Real Pain’ es una gran película que se ama tanto como se odia. Y eso, no lo duden, no solo es bueno, también es muy bueno.
Básicamente, se cuenta la historia de dos primos que emprenden un viaje desde Estados Unidos a la tierra natal de su abuela recién fallecida. Viajan a Polonia, pero en realidad lo hacen al pasado, a ese pasado que, en verdad, no es más que otra forma de llamar al presente. La queridísima abuela fue una superviviente del Holocausto. Los dos se enrolarán en uno de esos ‘tours‘ a las cicatrices del mayor de los horrores que nunca queda claro si son una forma más de explotación turística —la más macabra de todas— o un veraz, además de útil, instrumento de comprensión. En cualquier caso, de una forma u otra, el dolor está ahí. Los dos, el propio Eisenberg y un descomunal Culkin, se mezclarán con un grupo donde no falta la cosmopolita irresistible (Jennifer Grey irresistible), el culto guía inglés y hasta un judío ruandés converso y víctima de su propio Holocausto.
Lo que sobre el papel bien parece una película con la tesis perfectamente articulada, de repente, se desarticula. Y así vemos como ‘A Real Pain’ va oscureciéndose, ganando relieve y, lo más importante, incomodando. Todo en gerundio, como hablan los ascensores, porque todo sucede a la vez. Y todo gracias al carácter del personaje y, sobre todo, al carácter que Kieran Culkin imprime a su personaje. Culkin (tan cerca del Roman Roy que vimos en ‘Succession‘) es básicamente un tipo que no entiende nada. No comprende por qué se viaja en primera clase para ir a visitar un campo de exterminio; no entiende por qué la única persona que, dice, le entendía (su abuela) murió; no es capaz de distinguir cuándo se puede hacer una broma y cuándo no, y no sabe qué es lo que tanto asusta a la gente educada si, como queda demostrado, en nombre de la propia educación se han cometido las mayores barbaridades. Tan adorable como detestable, Benji (así se llama el personaje de Culkin) no entiende, en definitiva, ese dolor que duele tanto como salva.
Eisenberg se maneja así con una sutileza desmedida e hiriente en una película a la que cuesta cogerle el ritmo y la intención hasta que caemos en la cuenta de que cada una de las insoportables contradicciones que padece Benji-Culkin son las nuestras. Y por eso su poder de atracción. Y por eso la repulsión que provoca. ‘A Real Pain’ es una película que lo mismo cuestiona nuestra relación con la memoria compartida que nos alerta sobre los peligros que aquí y ahora, en el punto más lejano del planeta y tan cerca de nuestra casa, nos acechan. Definitivamente, es una película que duele. Y eso es muy bueno. Y muy útil incluso. Lo dice Eisenberg y lo dice la propia evolución de las especies.
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Dirección: Jesse Eisenberg. Intérpretes: Jesse Eisenberg, Kieran Culkin, Will Sharpe, Jennifer Grey, Kurt Egyiawan. Duración: 89 minutos. Nacionalidad: Estados Unidos.
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