Angélica Liddell canta a la muerte en memoria de Mishima con motivo del centenario del escritor

<p>»Vivir no es ganar. Morir no es perder». La muerte, como deja clara esta frase de sus labios, ha sido una vieja compañera de <strong>Angélica Liddell </strong>(Figueras, 1966)a lo largo de su creación escénica. El fallecimiento de sus padres, el deseo de que pierdan la vida todos aquellos que le hicieron daño, la ceremonia tanatofílica del toreo o su propio testamento han movido una parte importante de su obra. Allí se podía apreciar la presencia de Yukio Mishima (Tokio, 1925 – 1970), pero no ha sido hasta ahora que la reciente Premio Nacional de Teatro se ha atrevido a explicitarlo y dedicarle una pieza a él y a su alabanza de la muerte. Así, ‘Seppuku. El funeral de Mishima’ se ha estrenado este sábado en el Festival Temporada Alta de Girona con una representación (este domingo tendrá lugar la segunda) <strong>al alba, poco antes de las seis de la mañana</strong>, en el Teatro de Salt. La hora en que el escritor llevó a cabo el suicidio ritual japonés después de su asonada golpista fallida en pos de recuperar la gloria imperial de su país.</p>

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 La creadora escénica estrena en el Festival Temporada Alta de Girona ‘Seppuku. El funeral de Mishima’ entre desmayos del público.  

«Vivir no es ganar. Morir no es perder». La muerte, como deja clara esta frase de sus labios, ha sido una vieja compañera de Angélica Liddell (Figueras, 1966)a lo largo de su creación escénica. El fallecimiento de sus padres, el deseo de que pierdan la vida todos aquellos que le hicieron daño, la ceremonia tanatofílica del toreo o su propio testamento han movido una parte importante de su obra. Allí se podía apreciar la presencia de Yukio Mishima (Tokio, 1925 – 1970), pero no ha sido hasta ahora que la reciente Premio Nacional de Teatro se ha atrevido a explicitarlo y dedicarle una pieza a él y a su alabanza de la muerte. Así, ‘Seppuku. El funeral de Mishima’ se ha estrenado este sábado en el Festival Temporada Alta de Girona con una representación (este domingo tendrá lugar la segunda) al alba, poco antes de las seis de la mañana, en el Teatro de Salt. La hora en que el escritor llevó a cabo el suicidio ritual japonés después de su asonada golpista fallida en pos de recuperar la gloria imperial de su país.

Hace un par de años, Liddell ya nos advertía: «Por encima de todo, Mishima es uno de los escritores que me ayudan a odiar el mundo, a ver su podredumbre y a dejarme herir con sus maravillas. Mishima es una de mis maravillas. La belleza que Mishima ha aportado a la humanidad está por encima de un dilema bastante mediocre, el dilema entre lo falso y lo verdadero. Bajo mi punto de vista, el dilema se encuentra entre lo real y la realidad. El arte es superior a la realidad, el arte es Lo Real. La realidad no basta. La realidad es insuficiente. La realidad es mediocre». Reflexiones que se suman a las que llenan este 2025 con motivo del centenario del nacimiento del autor de ‘El pabellón de oro.

Decir que Liddell opera desde la incomodidad es, a esta alturas, una obviedad que aporta 0 bytes de información. En esta representación de ‘Seppuku’, por ejemplo, se somete junto con el actor japonés Kazan Tachimoto a una extracción de sangre, que luego es usada para escribir caracteres nipones y teñir una gasa. La escena provocó un par de desmayos entre el público, de forma parecida al estreno en Madrid de ‘Liebestod’, cuando otro desvanecimiento tras unos cortes en la rodilla de la intérprete obligó a detener la función durante unos minutos.

Habría que referirse más bien a un juego con los límites del espectador. En la frontera del sueño y la vigilia, las imágenes que plantea Liddell a través de la visión o del oído (sus declamaciones) adquieren una nueva dimensión en este espectáculo. Así, usa un hígado de vaca de la misma forma que lo hacía el protagonista de la película canadiense ‘Léolo’.

Y, de nuevo, justo cuando parece que Liddell ya no puede sorprender, cuando el propio sistema contra el que tanto ha vomitado la brinda su reconocimiento oficial… vuelve la emoción. En este caso, en forma de la quema de las cenizas de sus padres en sendos inciensarios, que producen un humo con el que baila y al que besa y abraza. Igualmente sobrecogedora es la parte en que se viste prendas de personas muertas, algunas de ellas a causa del suicidio, y las recuerda leyendo su historia y un poema.

Al final del nervio óptico, otros recuerdos impresionados, como la danza de otro intérprete japonés, Ichiro Sugae, y la representación de la pieza de teatro No ‘Hagoromo. La túnica de plumas’. Fragmentos de esa belleza que acecha a cada instante y que hace que la vida merezca ser vivida.

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