<p>Contaba no hace tanto Santiago Sierra a este mismo periódico que uno de sus viejos profesores franquistas de la facultad de Bellas Artes estaba convencido de que minimalismo era sinónimo de pequeño, de ridículo, de apenas relevante. Y se sorprendía el artista minimalista porque, en verdad, el que quedaba retratado era el profesor como, en efecto, pequeño, ridículo e irrelevante. Que no minimalista. Valentine Cadic es, en cambio, directora minimalista. Y eso es así porque el suyo es un cine planteado casi como una provocación, no por diminuto. Lo que cuenta no es tanto lo que se ve como lo que el espectador construye e imagina alrededor de lo contemplado. <strong>Lo que se acierta a ver, en definitiva, no es más que una mínima parte de la enormidad de lo que se desvela.</strong> Apurando, se podría decir que es la audiencia, no la cineasta, la que confecciona con sus recuerdos, sus memorias y todos y cada uno de sus deseos en solitario la parte más honda de la película. Desproporcionado. Por minimalista precisamente.</p>
La francesa Valentine Cadic confecciona un ejemplo de cine hondo, meticuloso y celebratorio sobre la aventura de estar sola y rodeada de gente
Contaba no hace tanto Santiago Sierra a este mismo periódico que uno de sus viejos profesores franquistas de la facultad de Bellas Artes estaba convencido de que minimalismo era sinónimo de pequeño, de ridículo, de apenas relevante. Y se sorprendía el artista minimalista porque, en verdad, el que quedaba retratado era el profesor como, en efecto, pequeño, ridículo e irrelevante. Que no minimalista. Valentine Cadic es, en cambio, directora minimalista. Y eso es así porque el suyo es un cine planteado casi como una provocación, no por diminuto. Lo que cuenta no es tanto lo que se ve como lo que el espectador construye e imagina alrededor de lo contemplado. Lo que se acierta a ver, en definitiva, no es más que una mínima parte de la enormidad de lo que se desvela. Apurando, se podría decir que es la audiencia, no la cineasta, la que confecciona con sus recuerdos, sus memorias y todos y cada uno de sus deseos en solitario la parte más honda de la película. Desproporcionado. Por minimalista precisamente.
Cadic nos habla de la soledad de una mujer (soberbia y muy divertida Blandine Madec) en una ciudad como París y en un momento como los Juegos Olímpicos. La protagonista vaga entre el tráfago de unas calles infectadas del ardor deportivo sin saber muy bien por qué. Quizá la curiosidad, tal vez la emoción del acontecimiento o solo la virtud del tiempo libre. Mientras, visita a su hermana, se cuela en la piscina olímpica y pasea con su sobrina. Dice la directora que le interesa explorar la soledad como espacio de descubrimiento; que, por desgracia, siempre que se plantea en el cine la posibilidad de una mujer sola se habla inmediatamente de drama o peligro. Y hay otras opciones. En efecto, lo que plantea Aquel verano en París es, sobre todo, una mirada completamente nueva; nueva y extremadamente curiosa que igual apela al documental que a la comedia, el drama o, llegado el caso, la intriga. Puro hallazgo. Cadic confecciona así la semilla de un milagro diminuto que crece en la memoria del espectador hasta alcanzar el tamaño gigante de lo compartido, de lo común.
Si se quiere, Aquel verano en París respira, habla y camina como el cine caminante, parlanchín y lleno de oxígeno de autores como Rohmer. Pero sin descuidar ese aire tan clásico que igual remite al humanismo desconsolado de Y el mundo marcha, de King Vidor, que a la perplejidad de Aki Kaurismaki que, apurando, al extrañamiento cómico de Buster Keaton. Para Cadic la soledad no es tragedia, sino oportunidad para ver, descubrir y reflexionar y oportunidad para la contemplación activa y la compresión. Y así es su película, un ofrecimiento para mirar en soledad la soledad compartida, para aislarse del rudio y soprenderse, aunque suene a lugar común, del propio sonido del silencio. Brillante. Enorme. Minimalista.
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Dirección: Valentine Cadic. Intérpretes: Blandine Madec, India Hair, Arcadi Radeff, Matthias Jacquin. Duración: 77 minutos. Nacionalidad: Francia.
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