<p>Hace 30 años, <strong>Beatriz Rico</strong> (Avilés, 1970) se había convertido en, según sus propias palabras, «la Xuxa española». Primero con ‘Hugo’, aquel videojuego que animaba el Telecupón, y luego con ‘Telebuten’, la <strong>Telecinco </strong>de las <i>mamachichos </i>logró algo sólo posible en aquellos años donde el machismo ni siquiera había que disimularlo: transformar en <i>sex symbol</i> a su presentadora de programas infantiles.</p>
Asentadísima como protagonista teatral, recuerda los años salvajes de presentadora infantil y ‘sex symbol’ y espera que le den, al fin, un musical.
Hace 30 años, Beatriz Rico (Avilés, 1970) se había convertido en, según sus propias palabras, «la Xuxa española». Primero con ‘Hugo’, aquel videojuego que animaba el Telecupón, y luego con ‘Telebuten’, la Telecinco de las mamachichos logró algo sólo posible en aquellos años donde el machismo ni siquiera había que disimularlo: transformar en sex symbol a su presentadora de programas infantiles.
Se hartó, se fue y se labró una carrera de actriz que, como tantas, empezó a languidecer pasados los 40, pero el teatro le ha dado la fase laboral más estable de su vida. Hasta el 20 de octubre, interpreta a una ex diva de la ópera adicta a la ouija en ‘Remátame otra vez’ en el teatro Reina Victoria de Madrid.
¿Has sido muy divaza?No, nunca he ido de diva, ni siquiera cuando tenía más éxito, porque de los orígenes humildes siempre se desencadenan reacciones humildes. Vengo de una familia muy normal de Asturias, mi padre era técnico administrativo, mi madre era maestra y éramos una familia de clase media trabajadora sin ninguna ínfula. Siempre me he mantenido fiel a mi clase. Ni siquiera cuando viví el momento del boom de Telecinco tuve ramalazos de diva por ningún lado. Los momentos de diva hay que guardarlos para la intimidad, que son los mejores y más divertidos.Otra característica de tu personaje es su afición por lo paranormal. ¿Crees en esas cosas?Camila Serrano es una soprano caída en desgracia muy esotérica, muy exagerada y muy extravagante y ahí sí podemos encontrar algunas similitudes conmigo. No soy tan exagerada en ese sentido como ella pero, como buena piscis, sí que hago mis pequeñas cosas raras. Antes de salir al escenario me santiguo tres veces y llevo siempre en el bolso un angelito.¿Eres creyente?Soy creyente, pero no soy de misa ni de Iglesia. Creo que puede haber un ser superior porque, como decía Einstein, Dios no juega a los dados con el Universo. No sé si creo porque realmente tengo fe o porque creer es un apoyo muy grande. Admiro muchísimo a la gente que tiene mucha fe porque lleva mejor las desgracias y a mí me encantaría también tener ese sentimiento. Creo, pero no sé si tanto. Y luego llevo mis amuletos y antes de salir a actuar, aunque pueda parecer muy extraño porque él no creía en nada de esto, rezo a Fernando Fernán Gómez y le pido que me eche una mano.No se me ocurre mucha gente mejor a la que rezar.Es que Fernando marcó un antes y un después en mi vida y en mi profesión. Me dirigió en dos películas e íbamos a por la tercera cuando se puso enfermo y ya no pudimos. Gracias a él adquirí un prestigio como actriz que no tenía y muchísima seguridad en mí misma, porque él casi no me dirigía y yo, como buena histérica, iba corriendo: «¿Qué tal?, ¿qué tal?, ¿qué tal?». Y él:» Si no te digo nada, es que estará bien». Y yo insistía: «Pero es que no me has dirigido». Y ya me decía: «¡Pues será que está bien, cojones!» [risas]. Teníamos una conexión muy especial y muy bonita.¿Era una persona tan difícil como cuenta la leyenda?No. Me da mucha rabia que la gente se haya quedado con esa parte de la mala leche y el «¡a la mierda!», porque en un momento dado sí que podía tener un arrebato de genio, pero por encima de todo era un caballero de los antiguos con las señoras, de los que ceden el paso, te abren la puerta del coche y te quitan la silla. Y como director era muy paciente con nosotros, que a veces le tocábamos mucho las gónadas. Cuando tenía un problema, que igual eran chorradas vistas ahora, me presentaba en su casa y él me escuchaba con esos ojos tan azules, ese pelo tan rojo, su whisky y sus frutos secos y, cuando yo había terminado, decía: «¿Puedo darte un consejo?». ¡Me pedía permiso! Me ayudó siempre mucho. Así que, sí, se puede decir que le rezo.Llevas bastantes años haciendo casi exclusivamente teatro, que ha sido históricamente un refugio para las actrices porque penaliza muchísimo menos la edad que el cine y la tele.Es cierto que esto pasa aquí, allí y en Katmandú. Cuando pasas de una edad, quedas un poco apartada del cine y la televisión, cosa que, además, me parece un error porque a mi edad tengo historias mucho más interesantes que contar que cuando tenía 25. Pero esto no pasa solamente aquí, pienso en Hollywood y qué ha sido de Geena Davis, de Susan Sarandon, de Demi Moore y tantísimas actrices que eran lo más y de golpe están casi desaparecidas. Llegas a una edad, ya no te ven en el rol que te veían, hay muchos menos papeles y muchas menos actrices trabajando. Hay una frase muy bonita que me dijo Gabino Diego, aunque no era suya: «El teatro es la madre que siempre te acoge». A mí el teatro me ha acogido siempre. En los últimos años he hecho alguna colaboración en series y algún rodaje, pero básicamente soy una actriz de teatro. Eso sí, es cuando más estoy trabajando, no paro.Cuando dices que ya no te ven en el rol que te veían, entiendo que te refieres en el de «la guapa».Claro. Lo curioso es que a lo mejor físicamente sí sirves perfectamente para eso, pero como todo el mundo conoce tu edad, te miden por lo que esperan y no por lo que ven. Para mujeres de 50 o 55 años, los personajes suelen ser de una mujer que está bastante avejentada y mayor, entonces llegas tú estupenda y te ven joven para ese papel aunque sea de tu edad y, claro, tampoco te van a dar el de treintañera porque ni los aparentas ni los tienes. Es un momento raro, difícil, en el que, por desgracia, he visto a muchas compañeras quedarse en el camino. Yo me reinventé montando mis propios espectáculos, que me funcionan como un avión, demás de mi grupo de música [Rico&Roll] y los libros que he escrito. He tenido la suerte de que en el momento en que empezaron a flaquear las llamadas con guiones de cine y tele, encontré una alternativa maravillosa en los teatros, donde soy libre y feliz.Eres muy beligerante en temas sociales y políticos en redes sociales, ¿te ha pasado factura?No, a mí nunca. Yo entiendo a los compañeros que prefieren no posicionarse, sobre todo cuando estás haciendo teatro, porque estando de gira tienes que trabajar con ayuntamientos de todos los colores, pero estoy convencida de que la vida premia las decisiones valientes… no las kamikaze. Yo me mojo por cosas en las que realmente creo, con educación y sin insultar a nadie, y llevo años trabajando con todos los ayuntamientos. Eso sí, nunca me he identificado con un partido en concreto y eso que hasta me han ofrecido meterme en política con algunos. No lo voy a hacer porque, aunque voto al que más se acerca a mis ideas, ninguno me representa en todo y siempre hay algo que no me gusta. No hay un partido diseñado específicamente para mí y sería incapaz de defender un pack ideológico. Entonces, yo nunca me significo a favor de un político sino contra las injusticias.¿Cuál te enciende ahora mismo?El tema de Palestina, porque además yo he estado allí hace dos años. Fui con mi madre y en un principio era un viaje turístico, de familia y de fe, porque mi madre quería conocer Belén y Jerusalén. Vimos cosas terribles. Yo ya sabía lo que era aquello porque hace años estuve con la Plataforma de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género y fuimos al Parlamento europeo a pedir observadores internacionales de la ONU en la Franja de Gaza. Hay mucha gente que parece que descubre ahora lo que pasa en Palestina, pero ese problema lleva ahí muchos años y es algo que veo tan obvio que no entiendo cómo para la derecha puede ser algo ideológico. La masacre que está cometiendo Israel tendríamos que verla todos como un tema humanitario porque si tú, por tu tendencia política, no defiendes a todos esos niños palestinos mutilados y desangrados que hay bajo los escombros de los hospitales, no eres un votante, eres un feligrés de ese partido y es una pena. Todos deberíamos tener sentido común, conciencia y un corazón. El otro día se viralizó la imagen de un perro con el cadáver de un niño entre sus fauces y había gente escribiendo: «Que se lo coma, un terrorista menos». Esa gente ha perdido el norte y hasta el último reducto de humanidad.¿Recibes muchos insultos en redes?Sí, y al principio me enfadaba y me dolían, pero ahora ya no. He entendido que es gente que en su foto pone una maceta y se llama Mister McGuille, personas sin cara y sin nombre, que, si te los encuentras por la calle, se cruzan de acera y no se atreven a decirte ni hola. Se crean una cuenta para soltar ese odio que sienten hacia al mundo porque son insignificantes y están frustrados. Es su vía de escape de sí mismos. La gente feliz es amable, eso no falla. Entonces, no me puede afectar una persona sin cara, sin nombre y que suele ser un chalado y un pobre hombre.
La actriz, en el teatro Reina Victoria de Madrid.SERGIO ENRIQUEZ-NISTAL¿Cómo recuerdas ese estallido de fama de principios de los 90?En su momento lo llevé mal. Tenía 23 o 24 años y, aunque no tenía síndrome del impostor, porque sabía que yo valía para hacer eso, fue un cambio muy, muy brusco pasar de ser una chavalina que estaba estudiando arte dramático a entrar en Telecinco, con lo que en ese momento era Telecinco… Lo veía todo el mundo, recibía 200 cartas diarias de admiradores y casi no podía andar por la calle. Fui desde muy pronto a una psicóloga porque lo que me pasó era muy raro y necesitaba aprender a gestionarlo. Sentía que estaba engañando a la gente.¿En qué sentido?Era un desdoblamiento. Pensaba: «El personaje que hago en la tele, esa chica tan dicharachera y tan alegre, no es Beatriz. Yo soy otra, estoy engañando a todo el mundo, no es real». En Telecinco, a todos mis compañeros les pasaba al revés: se creían tanto al personaje que salía en la tele que luego impostaban la voz cuando hablaban contigo en la máquina de café. Tuve que hacer mucho trabajo psicológico para no sentirme mal conmigo misma y para no defraudar, porque tenía un miedo gigante a defraudar a la gente que se me acercaba por la calle. Además, y esto me sigue pasando hoy, cuando la gente te conoce en persona hace una cosa bastante cruel, lo primero que me dicen siempre es algo sobre mi físico: «Ay, pues en la tele pareces más alta o más gordita o más guapa». Lo que sea. Y cuando eres tan joven, ostras, tu cabeza lo lleva mal. ¡Hay que dejar de hablar de los cuerpos de los demás!No es precisamente lo que te pasó a ti en esos años…No, no. Mi físico era tema de conversación general. Es que, además, eran esos años del boom de las chicas sexys en Telecinco. Entonces, aunque yo era presentadora para niños y siempre tenían cierto cuidado con los escotes, no dejaba de ser Telecinco, siempre escogían a chicas guapas y explotaban nuestros cuerpos. Es así. Al menos yo tuve la suerte de que el director de mi programa tenía la norma de que si Bea iba con un short, quería por arriba un cuello cisne y si llevaba escote, vaquero largo. Pero la realidad es la que es: no dejaba de tener el físico de una chica de 23 años, llamativa, con el pelo rizado, llamativa y ya sabes el comentario que siempre se hacía sobre mí…La verdad es que no.Decían que los niños ponían la tele para ver mi programa y los padres, para verme a mí. Ese fue otro miedo que compartí con la psicóloga. Yo dejé Asturias en cuanto terminé COU para venir a Madrid a estudiar arte dramático y ser actriz y cuando me vi tan marcada por el personaje de chica guapa de la tele, me asusté. La gente piensa que estuve en Telecinco muchos años porque salía a diario, pero en realidad fue un año y dos meses. Ganaba dinero, era famosa y mi trabajo era fácil, pero me estaba encasillando. Era la Xuxa española hasta que un día, de repente, me entró pánico porque yo quería ser actriz y así no iba a serlo. Ese mismo día, lo dejé.¿Así de fácil?No tanto [risas]. Primero, mi representante me dijo que estaba loca y, después, Telecinco me dijo que tenía contrato. Lo primero era más fácil de solucionar que lo segundo, pero es que no era feliz y quería volver a mis clases de teatro y dar el paso al cine. ¿Quién iba a creer en mí como actriz si estaba dos años más en la tele? Se montó un lío bastante gordo en la cadena, pero al final pude irme y la vida me recompensó luego. Tuve mucha madurez y unos ovarios muy grandes, porque hasta mi familia me intentó convencer de que no lo dejara. Resistí y al mes y medio me llamaron para hacer un casting y me dieron el papel coprotagonista en ‘Los hombres siempre mienten’, de Antonio del Real, con Gabino Diego.Aquella televisión de los 90, ¿era tan hostil para las mujeres como parecía?En Telecinco es cierto que se comentaba que había muchos casos de líos o de abusos, la gente piensa que aquello era Sodoma y Gomorra, pero te puedo jurar que para nada. Había dos compañeras en concreto de las que se comentaban muchas cosas y ellas tampoco lo ocultaban, pero yo nunca viví un episodio de acoso. Bueno, solamente uno cuando quise dejar la cadena. Nos iban a demandar por incumplir el contrato y mi representante me recomendó hablarlo directamente con Telecinco, a ver si les convencía tocándoles el corazoncito con que, por favor, quería ser actriz. Me puse en contacto con un alto directivo que no nombraré, me citó en su despacho, le expliqué que me quería ir, pareció muy comprensivo, me dijo que vale y, en el momento de irme, me abrazó e intentó un movimiento… Digamos que el hombre quería algo más.¿Qué hiciste?Me solté y salí por patas, pero cuando recuerdo el sofá ese enorme que tenía en el despacho, pienso: «Wow, qué no habrá pasado». Pero te puedo asegurar, y tengo ya 50 y pico años, que ha sido la única vez que me ha pasado algo así.No es poco.Ya, pero es que se supone que es al revés, que todo eso de los rollos, el sexo, la cama, los acosos y los abusos es para conseguir papeles. A mí nadie me ha dicho o me ha insinuado que si quería conseguir un papel tenía que acostarme o hacer algo con él. En ese caso que te cuento, yo lo vi como que ya me había liberado y quería un regalo de despedida para darle las gracias. Hui, llamé a mi repre para que redactara el finiquito y nunca más. Lo que sí he visto, y también me ha pasado a mí, es que nos enrollamos con los compañeros en los rodajes. Eso es muy normal entre nosotros. Nos gustamos y ya está. No sé, en este país cuesta tantísimo hacer cine y que salga una buena película que a mí me extraña un poco que un productor o un director se la jueguen con una mala actriz sólo por echar un polvo. Yo no lo he vivido, al menos.En esta fase tan estable de tu carrera, ¿tienes algún reto pendiente?Sí y a ver si nos hacen caso: quiero hacer un musical en el Broadway madrileño, que es la Gran Vía. Actúo, canto, bailo y soy la loca de los musicales, así que ahora que tenemos aquí unos espectáculos que no tienen nada que envidar a los de Londres o Nueva York, quiero participar en uno. Señores productores, háganme un casting aunque sea para hacer de jirafa en ‘El Rey León’. Por favor se lo pido. Cultura