Binge reading, del maratón de series el atracón de libros

<p class=»ue-c-article__paragraph»>Es la noche del 31 de diciembre y el algoritmo de <strong>TikTok</strong> lanza la última de sus estocadas a los usuarios bibliófilos. El <i>feed </i>personalizado de la aplicación se llena de vídeos parodia donde chicas jóvenes, maquilladas y vestidas de lentejuelas, leen libros durante la cena de Nochevieja para cumplir su <strong>«propósito lector»</strong> antes de que acabe el año. Uno más, solo uno más… Los minutos se escapan y el epílogo se prolonga más de la cuenta.</p>

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 Los retos de lectura de plataformas digitales como Storygraph o Goodreads y la conversación pública en las redes sociales hace que los jóvenes se acerquen a las novelas como consumidores compulsivos, competitivo y, a veces, angustiados  

Es la noche del 31 de diciembre y el algoritmo de TikTok lanza la última de sus estocadas a los usuarios bibliófilos. El feed personalizado de la aplicación se llena de vídeos parodia donde chicas jóvenes, maquilladas y vestidas de lentejuelas, leen libros durante la cena de Nochevieja para cumplir su «propósito lector» antes de que acabe el año. Uno más, solo uno más… Los minutos se escapan y el epílogo se prolonga más de la cuenta.

Bienvenidos al auge del binge reading: el «atracón de libros» que mueve a sus devotos.

Los llamados «retos lectores», que promueven redes sociales como TikTok o plataformas como Goodreads o Storygraph, han favorecido en distinta medida la lectura rápida entre la Generación Z. ¿El objetivo? Tachar el mayor número posible de libros de la lista de pendientes y compartir reseñas de los mismos con amigos y seguidores.

El abuso de pantallas y el acceso a un flujo de información abrumador de manera rápida y superficial ponen en riesgo nuestra capacidad de concentración y nuestra comprensión lectora. Leer ha pasado de ser un ritual sagrado de desconexión antes de dormir a una posibilidad más en la hiperoferta del siglo XXI.

«Es cosa de la economía de la atención: nuestra concentración es como un trozo de carne fresca en un escenario lleno de zombis. TikTok quiere una porción, Netflix otra, Instagram otra… Estamos en un contexto donde lo que compite no es la calidad del contenido, sino su capacidad para interrumpirte», explica Pablo Foncillas, consultor, docente e investigador en innovación. «En un mundo lleno de información, lo que realmente se vuelve escaso no es el conocimiento o los datos, sino nuestra capacidad de procesarlos y enfocarnos en lo importante», como ya anticipaba en 1971 Herbert A. Simon, Premio Nobel de Economía.

Esto explica fenómenos como la «lectura en diagonal»: una técnica secuestrada de algunas metodologías de estudio que desde hace unos años ha llegado también a la literatura. Normalmente, se utiliza cuando hay que asimilar grandes cantidades de información en poco tiempo, saltando entre palabras clave. Eso, como sabe cualquier estudiante que haya practicado la técnica, compromete la aprehensión en profundidad de los textos.

Muchos booktokers aseguran emplear esta técnica para «ahorrarse descripciones innecesarias» y centrarse en los diálogos, mucho más frescos. Sin embargo, la lectura en diagonal, como acto inconsciente, impide que los lectores profundicen en la trama y conecten del todo con los personajes, a los que olvidan en cuestión de días al devorar el siguiente libro.

«No ha de ser el modelo de lectura predominante en nuestras vidas. Provoca que nuestra atención fluctúe y, como los distintos procesos cognitivos están conectados, puede influir negativamente en los sistemas de memoria, en nuestra capacidad para reflexionar, en el desarrollo del pensamiento crítico y en la profundidad con la que damos forma a nuevas ideas», describe Elena Palomino, neuropsicóloga y Doctora en Psicología Clínica. «Si nos acostumbramos a leer mayoritariamente en diagonal, cuando queramos hacer una lectura pausada nos costará un mayor esfuerzo».

Otro recurso es la «lectura cruzada», consistente en leer varios libros de la misma saga en paralelo, como si se respondieran entre sí, para que el lector avance más deprisa en la historia y pueda comentar la escena viral de la última entrega de la trilogía cuando realmente se encuentra a la mitad del primer volumen. Engancharse a un libro, paladearlo y disfrutarlo lentamente pierde todo su sentido.

«El binge reading está ensuciando el gusto por leer. Se ha visto muy claramente en TikTok: leer ahora se concibe más como una competición y no tanto como una vía para evadirse de los problemas y desconectar del mundo», opina la booktoker Alba Díaz (conocida en redes como @acourtoffans), cuyo contenido se opone a estas dinámicas.

Díaz sostiene que cada vez hay más vídeos que fomentan los atracones de lectura «solo para conseguir un estatus de lector estrella, o bien que empujan a usuarios con una tendencia de lectura más pausada a leer más rápido, porque tienen miedo a comerse un spoiler o a ser excluidos del colectivo por no llevar al día las sagas que están de moda».

«El ocio de la pausa se ha convertido en consumo», resumía Alejandro Marcos, periodista y profesor de Narrativa en la Escuela de Escritores, y coautor del pódcast Todo empieza con una palabra, donde tanto él como su compañera escritora Lara Coto hablaban del «antipropósito de lectura».

Allí confesaba Marcos que, desde hace tiempo, le sucede algo curioso con la lectura: cuando empieza un libro, ya está pensando en terminarlo para leer el siguiente de su lista de pendientes y «mantenerse al día con los lanzamientos». «Pues este año será diferente. Por primera vez en mucho tiempo, en 2025 no habrá reto de lectura para mí. Ni en Goodreads ni en ninguna parte», sentenciaba Coto.

La Generación Z no es la única afectada, según Foncillas: «El grado de dispersión social intergeneracional es muy fuerte: vivimos y hacemos las cosas a la velocidad de la luz. Leer un libro de forma reposada requiere tiempo, pero ese tiempo tiene demasiados competidores: una notificación, un vídeo corto o simplemente la ansiedad de la lista de tareas pendientes», sostiene. «En un mundo donde todo está diseñado para distraernos, la atención profunda y reflexiva podría convertirse en el nuevo lujo».

De los vídeos breves que acumulan millones de visualizaciones a los títulos de lectura ágil, el número de editoriales que han decidido sumarse a la ola es cada vez mayor. Estos sellos apuestan por libros de géneros muy específicos romantasy o dark romance, sobre todo- que se han popularizado en foros online como Wattpad y que resultan especialmente adictivas para las lectoras jóvenes. Bel Bárez, de 26 años, es una de ellas: «Soy una enamorada del amor, me encantan este tipo de novelas».

Pero también es crítica: «Cuando una cosa se pone de moda, parece que se explota hasta las últimas consecuencias. Y esto está afectando directamente a la complejidad en la lectura, que se está perdiendo». Para ella, las historias «cada vez son más sencillas y semejantes entre ellas» porque, al final, «son las que se venden más entre el público joven».

Bárez es, además, una de las llamadas «superlectoras», una raza que parece en peligro de extinción, aunque no sea así. Desde 2012, el porcentaje de lectores frecuentes -aquellos que leen al menos con una frecuencia semanal- ha crecido hasta alcanzar el 52% en 2023, de acuerdo con los datos del último Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros, elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE).

«En 2024 he leído unos 85 libros. Voy leyendo los libros según me vaya apeteciendo, algunos meses más, y otros menos. Un libro de unas 300 páginas suelo tardar en leerlo dos o tres días; si me tiene muy muy enganchada y me pilla en fin de semana, probablemente me lo termine en el mismo día, no sería la primera vez que me pasa», cuenta.

«El binge reading puede servir también como una motivación y un impulso para fomentar el hábito lector, al menos al principio», reconoce Díaz. «Es lo que les ha pasado a muchos adolescentes: movidos por los retos que se impulsan en redes sociales, a veces por parte de las propias editoriales, han encontrado nuevas formas de acercarse a la lectura».

Los superlectores como Bel son personas que no solo poseen la capacidad de leer prácticamente una página por minuto. En el 64% de los casos consideran la lectura como la prioridad en su tiempo libre frente a otras actividades recreativas, como chatear por el móvil, jugar a videojuegos o hacer maratón de series. Lo hacen en casa, durante sus ratos de descanso, pero también en los trayectos largos de tren o autobús.

Quienes conducen se decantan incluso por el audiolibro, un formato en expansión, que les ameniza el camino y les hace sentir que no pierden ese tiempo de sus vidas. Señala Palomino que, actualmente, «tenemos una tendencia muy marcada a la multitarea», y que los retos virales la fomentan aún más: «Es relevante cuidarnos a nivel neuropsicológico, sin un óptimo funcionamiento de los procesos atencionales estamos a oscuras».

«Este año sí es cierto que me he propuesto el objetivo de llegar a los 100 libros, pero tampoco voy a estar muy pendiente ni me preocupan demasiado los retos de Booktok. Utilizo Goodreads sobre todo para saber que están leyendo mis amigos, pero lo que más me gusta es rellenar mi cuaderno privado de lecturas, donde apunto mi opinión y sentimientos con respecto a ellas a un nivel más profundo», dice Bárez. «Creo que esa especie de obligación moral de leer tantísimos libros al mes o al año afecta mucho a la relación que tienen las nuevas generaciones con la lectura, ya que solo se piensa en los números: ‘Si lees X libros eres un buen lector, pero si lees menos, no eres un buen lector’, lo que me parece absurdo», concluye.

Su percepción coincide con la de Coto y Marcos, para quienes una estantería llena de libros no debería asemejarse a una lista de tareas, sino más bien a una bodega llena de buenas botellas de vino: «El dueño de la bodega no se estresa pensando en todos los magníficos vinos que le quedan por beber; ve cada botella como una oportunidad y espera pacientemente el momento de abrirla y disfutarla». Pues eso.

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