<p>Un tsunami brilli brilli de corazones rosas luminosos. Con Blackpink la ola coreana (Hallyu) alcanza proporciones épicas. Fuegos artificiales, efectos especiales, láseres, llamaradas y… ellas, las reinas: Jisoo, Rosé, Jennie y Lisa. En su concierto en Barcelona demostraron por qué son las embajadoras no solo del K-pop sino de la cultura coreana en general. Una locura total, divertidísima, una fiesta española-coreana para celebrar el cumpleaños del grupo. Porque las Blackpink debutaron oficialmente el 8 de agosto de 2016 en Seúl. Desde entonces se han convertido en un fenómeno global, encadenando récord tras récord y colaboraciones con la mismísima Lady Gaga, Selena Gómez o Dua Lipa. <strong>Al tiempo que todas ellas se han ido erigiendo en estrellas con nombre propio</strong>, con sus carreras en solitario y siendo el rostro de marcas de lujo como Chanel, Dior o Bvlgari.</p>
Las coreanas agotan las 50.000 entradas de su único concierto en España en un despliegue divertidísimo de brilli brilli, efectos especiales y fuegos artificiales
Un tsunami brilli brilli de corazones rosas luminosos. Con Blackpink la ola coreana (Hallyu) alcanza proporciones épicas. Fuegos artificiales, efectos especiales, láseres, llamaradas y… ellas, las reinas: Jisoo, Rosé, Jennie y Lisa. En su concierto en Barcelona demostraron por qué son las embajadoras no solo del K-pop sino de la cultura coreana en general. Una locura total, divertidísima, una fiesta española-coreana para celebrar el cumpleaños del grupo. Porque las Blackpink debutaron oficialmente el 8 de agosto de 2016 en Seúl. Desde entonces se han convertido en un fenómeno global, encadenando récord tras récord y colaboraciones con la mismísima Lady Gaga, Selena Gómez o Dua Lipa. Al tiempo que todas ellas se han ido erigiendo en estrellas con nombre propio, con sus carreras en solitario y siendo el rostro de marcas de lujo como Chanel, Dior o Bvlgari.
Las chicas estaban como en casa. Barcelona es una de sus ciudades talismán, con una legión de fieles Blinks -así se llaman sus fans- y una de las pocas paradas de su gira Deadline en Europa, junto a París, Milán y Londres. Y cuando Rosé dijo en un perfecto español ‘Te quiero Barcelona’ todo el estadio Lluís Companys tembló de arriba abajo con los gritos y aplausos de los 50.000 asistentes. Sold out, como en la mayoría de sus conciertos. El Palau Sant Jordi, donde actuaron en 2019 y 2022, se les queda pequeño.
Empezaron fuerte con su girl power sin fronteras, encadenando hit tras hit: el grito de guerra Kill This Love, la desafiante Pink Venom y How You Like That, un himno con toques de pop, hip-hop, trap y EDM, cuyo videoclip es uno de los más vistos de un grupo de K-pop, con más de 1.200 millones de visualizaciones. Así son las cifras estratosféricas de Blackpink.
Después de la introducción de altísimo voltaje y volumen (pero qué bien sonaba el Lluís Companys), Jisoo, la ‘unnie’, la hermana mayor, se marcó un interludio con dos de sus canciones en solitario. No lució el espectacular vestido rosa que Dior diseñó para ella en su concierto en París, digno de los mejores looks de Sara Jessica Parker en Sexo en Nueva York. La siguió la ‘peque’ (maknae en coreano), Lisa, más callejera y rapera. Y puso al público a saltar con su delicioso descaro y ‘Thunder’ y ‘Fxck Up the World’. No importó que no hubiera un guiño español y se obviara su canción con Rosalía, New Woman. A estas alturas la pista ya parecía una rave (sanísima, eso sí) con láseres verdes, corazoncitos y el estadio vibrando, literalmente.
Justo en el ecuador del show, Rosé, ya convertida en la portavoz española, pidió a los Blinks cuidado con las manos en forma de corazón: «No os empujéis… Por favor, tú cuida de ella. Y tú de ella. ¡Cuidad de todos!». Jisoo confesó en coreano -pero ahí estaba Rosé para traducir- su sorpresa porque el concierto empezara media hora antes de que ellas llegaran: efectivamente, los Blinks cantaron enteritas y a todo pulmón todas las canciones de los videoclips que aparecían en la pantalla, como si las Blackpink estuvieran ahí en carne y hueso.
Entonces sonaron esos silbidos tan reconocibles de Whistle, su canción de debut, que anoche cobraba mayor significado por celebrar sus nueve años de carrera. «Os quiero tanto que casi duele», había escrito Rosé, todo dulzura, a sus amigas unas horas antes en su post de aniversario en Instagram. Las cuatro se conocen desde la adolescencia, cuando compartieron ‘residencia musical’ durante cuatro-seis años, una especie de internado con clases maratonianas de canto y baile en la dura y exigente formación de YG Entertainment para aprendices de K-pop.
Pero hay algo que diferencia a las Blackpink del resto de bandas férreamente estereotipadas, con los roles muy marcados. Ellas también los tienen, pero van más allá. No solo son iconos de la moda. Quieren su independencia en la salvaje industria del K-pop, el control de sus carreras en solitario al margen de la todopoderosa YG, por eso casi todas han creado sus propias agencias.
Tras otra tanda de canciones juntas tocó el interludio de Jennie y Rosé, la única con tres canciones. Pero antes de cantar se comió unos churros con chocolate. Olé, Rosé, que ya nos tenía el corazón robado. Empezó suave con two years y abrigo de plumas blancas que se quitó con toxic till the end para dejar ver su camiseta cortada de los Red Hot Chili Peppers. Acabó por todo lo alto con una chupa de cuero y APT, su exitazo a dúo con Bruno Mars, que en el concierto en Los Ángeles sorprendió a todo el SoFi Stadium como invitado estrella. Por cierto, APT está inspirada en un popular juego de beber coreano, el Apartment, el preferido de Rosé, cómo no.
Y otra vez las cuatro juntas para un acto final estelar con su nuevísimo tema JUMP. Y otra vez el estadio temblando, cual ‘rave’. «¡Oh, my God, Barcelona, you are crazy!». ¿Quién lo dice? Nuestra Rosé, claro. Las cuatro se abrazaron bajo la luna llena y se autocantaron el ‘happy birthday’, coreadas por todo el estadio: esta es la imagen-resumen del concierto. Pero aún quedaban temazos, los muy onomatopeicos y pegadizos BOOMBAYAH y DDU-DU DDU-DU.
Después de más de dos horas de show nadie quería que acabara. Así que repitieron JUMP, por algo es su primer single en casi tres años. Se despidieron con Kick It, una de las favoritas de los fans, medio en coreano medio en inglés. Y todo el estadio estalló en corazoncitos de puro amor.
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