‘Colin de cuentas’: un panfleto romántico cuqui y confortable

<p>En 2019, la melodía de <i>Catastrophe </i>terminó con una nota rara, inesperada y disarmónica. Una de las mejores comedias televisivas de los últimos años cerraba su cuarta y última temporada con una secuencia en la que la incertidumbre volvía a las vidas de Sharon (Sharon Horgan) y Rob (Rob Delaney). <i>Catastrophe </i>se despidió de manera un poco críptica pero también con su sencillísima y desarmante tesis fundacional tan limpia como al principio: <strong>el auténtico amor es tenerse el uno al otro, pase lo que pase</strong>. </p>

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 No es un panfleto sentimentaloide, pero la estrafalaria serie creada por Harriet Dyer y Patrick Bramall es la mejor comedia romántica de la televisión actual  

En 2019, la melodía de Catastrophe terminó con una nota rara, inesperada y disarmónica. Una de las mejores comedias televisivas de los últimos años cerraba su cuarta y última temporada con una secuencia en la que la incertidumbre volvía a las vidas de Sharon (Sharon Horgan) y Rob (Rob Delaney). Catastrophe se despidió de manera un poco críptica pero también con su sencillísima y desarmante tesis fundacional tan limpia como al principio: el auténtico amor es tenerse el uno al otro, pase lo que pase.

Horgan y Delaney, sus creadores, siempre tuvieron claro que el cinismo de sus personajes sólo era un envoltorio divertido, que los dramas de sus vidas no eran chistes y que a la casualidad imposible que había juntado a los Rob y Sharon ficticios (a los reales los juntó Twitter, qué cosas) siempre podría salirle una pariente diabólica capaz de destruirlo todo. Uno se enamoraba de Catastrophe, de Rob y de Sharon, de la idea que sostiene la serie y de lo frágil y delicada que ésta es.

Siempre llamó la atención que, en la vida real, Sharon Horgan y Rob Delaney solo fuesen amigos. Que la química sobrenatural que desplegaban en pantalla fuese en gran parte técnica interpretativa. En eso Catastrophe y Colin de cuentas se diferencian un poco: los protagonistas y creadores de Colin, Harriet Dyer y Patrick Bramall, sí son pareja. En todo lo demás, su serie es la hermana australiana de Catastrophe. Ambas tienen mucho en común: una pareja que se construye sobre una situación delirante, dos perdedores carismáticos, un romanticismo tan verosímil como aspiracional, un sentido del humor finísimo (y con frecuencia finamente cafre) y una capacidad casi sobrenatural de mantener la tensión dramático-cómico-romántica, algo que muchas películas de menos de dos horas de duración no logran.

Gordon (Patrick Bramall) y Ashley (Harriet Dyer) se conocen cuando él atropella a un perro por distraerse mirando la teta que ella le enseña. Créanme: una situación tan estrafalaria da lugar a la mejor comedia romántica de la televisión actual. Pronto entendemos por qué Colin de cuentas tiene ese (estrafalario también) título. La serie enseguida alcanza la velocidad crucero, ofreciéndonos una galería de personajes secundarios de los que no querremos separarnos nunca. Sobre todo Colin, claro, ese perrete con ruedas que, en una perfecta metáfora de cómo a veces hay que apostar de manera directa y clara por el amor, mantiene unidos a Gordon y Ashley. Todo lo que podría separarlos intentará hacerlo. La diferencia de edad (él pasa de los cuarenta, ella acaba de estrenar los treinta), los secretos del pasado (ella está perdida, él un poco roto) y sus respectivas familias, a cual más circense, conseguirán, si no enfrentarlos, sí hacerles ver lo complicado de un juego, el de la pareja, en el que tanto ellos como su serie creen firmemente.

Pero Colin de cuentasno es un panfleto romántico cuqui y confortable. No esperen «la magia del amor» en ella. Al contrario, se trata de una historia sobre cómo el amor se hace. No se encuentra, no se merece, no crece en los árboles: se hace. A Gordon y Ashley sólo les une su determinación de seguir juntos. Nada más y nada menos. Bueno, eso y un animalillo tan inocente e indefenso como humorísticamente inexpresivo. Colin de cuentas, cuyas dos temporadas están disponibles en Movistar+, da para unas cuantas entregas más. Ojalá las tenga. Aunque termine con Gordon y Ashley nadando en una playa peligrosa y preguntándose «¿y ahora… qué?». Juntos, eso sí.

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