<p>La última vez que <strong>Alfonso Cuarón</strong> compareció en el Lido de Venecia lo hizo para el asombro. <i>Roma</i>, una película patrocinada por la plataforma Netflix, era (y es) un ejercicio de cine tan profundamente personal como compartido, tan espectacular en la forma como íntimo en todo lo demás. Por ello, el regreso ahora del cineasta mexicano se esperaba hasta con cierta ansia. O solo esperanza. <i><strong>Observada</strong></i>, aun siendo <strong>miniserie</strong> (en este caso para Apple TV), <strong>está protagonizada y producida por Cate Blachett</strong>, en el reparto figuran actores como Kevin Kline, Sacha Baron Cohen y Lesley Manville, y hace pie en la más que solo absorbente novela del mismo título de Renee Knight. Es decir, ilusionarse no era una posibilidad, era obligación. </p>
‘Observada’, la segunda incursión del director mexicano en la televisión de la mano de Apple TV, se salda con un reiterativo, artificioso y bastante tramposo ejercicio de intriga
La última vez que Alfonso Cuarón compareció en el Lido de Venecia lo hizo para el asombro. Roma, una película patrocinada por la plataforma Netflix, era (y es) un ejercicio de cine tan profundamente personal como compartido, tan espectacular en la forma como íntimo en todo lo demás. Por ello, el regreso ahora del cineasta mexicano se esperaba hasta con cierta ansia. O solo esperanza. Observada, aun siendo miniserie (en este caso para Apple TV), está protagonizada y producida por Cate Blachett, en el reparto figuran actores como Kevin Kline, Sacha Baron Cohen y Lesley Manville, y hace pie en la más que solo absorbente novela del mismo título de Renee Knight. Es decir, ilusionarse no era una posibilidad, era obligación.
Pues no. En siete episodios, la serie se muestra en todo momento ya no solo incapaz de ofrecer una digna réplica del texto en el que hace pie, sino que vive toda ella detenida y presa en la propia trampa que le da sentido. Suena tan críptico como diagnóstico, pero tampoco vamos a reventar nada. Se cuenta la historia de una mujer (Blanchett) que un buen día se levanta con que el episodio más oscuro de su vida aparece relatado con todo detalle en una novela. Es un libro que aparece en las librerías y que deja un retrato de ella ciertamente penoso. Solo ella lo sabe, pero ese secreto no tardará mucho en descubrirse y entonces su vida se transformará en una soberbia pesadilla. Lo que sigue responde básicamente a dos preguntas: ¿Qué busca el que ha escrito eso? y ¿Es acaso lo que cuenta el libro enteramente verdad?
Sin pisar spoilers (toda la serie es un cenagal ininterrumpido de spoilers) lo que se dirime son asuntos tan actuales como la restitución de un prestigio arrasado en las redes; el estatus de la verdad en nuestra sociedad de bulos y posbulos, o, el deseo siempre sospechoso cuando la que desea es mujer en nuestro régimen tan heteropatriarcal. Todo pertinente. Es decir, la elección del argumento es la correcta. Por eso duele tanto la quiebra de expectativas. Ya no es que el recuerdo de Roma siga ahí, inquebrantable, es que además la que podría haber sido una atinada radiografía de nuestro tiempo apenas se mantiene en pie como caricatura.
El primer acto del relato se extiende por prácticamente los primeros cinco capítulos a fuerza de repeticiones, subrayados melodramáticos, actuaciones exageradas y siempre todo pendiente de un enigma cuya solución está al fondo. Ese desenlace, de hecho, obliga a releer todo lo visto de nuevo. El problema es que el secreto (que, decíamos, también es trampa) se esconde con tanto ahínco que, cuando llegamos a la resolución de todo, ya todo da lo mismo. Nadie le puede discutir al director el gusto y voluntad de riesgo. Pero el siniestro es casi total
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