<p><i>The Leftovers </i>se negó a responder la tremenda pregunta que tenía por premisa pero se preocupó mucho por hacer verosímil el mundo que proponía. <strong>Un mundo roto pero coherente</strong>. La obra maestra de Damon Lindelof no explicaba por qué ni cómo había desaparecido simultáneamente el 3% de la especie humana pero sí exploraba la logistica de esa civilización mutilada que tenía que aprender a vivir con un enigma perpetuo. <i>The Leftovers </i>no sólo rememoraba de vez en cuando <strong>el caos del momento inexplicable </strong>(esos aviones comerciales condenados a estrellarse… como en <i>Perdidos</i>, la serie anterior de Lindelof), sino que ponía a Nora Durst (Carrie Coon), una de sus protagonistas, a investigar posibles casos de fraudes <i>findelmundistas</i>.</p>
David Sainz y Enrique Lojo inventan la comedia perfecta: un poco absurda, un poco existencial, un poco cañí y con Javier Botet.
The Leftovers se negó a responder la tremenda pregunta que tenía por premisa pero se preocupó mucho por hacer verosímil el mundo que proponía. Un mundo roto pero coherente. La obra maestra de Damon Lindelof no explicaba por qué ni cómo había desaparecido simultáneamente el 3% de la especie humana pero sí exploraba la logistica de esa civilización mutilada que tenía que aprender a vivir con un enigma perpetuo. The Leftovers no sólo rememoraba de vez en cuando el caos del momento inexplicable (esos aviones comerciales condenados a estrellarse… como en Perdidos, la serie anterior de Lindelof), sino que ponía a Nora Durst (Carrie Coon), una de sus protagonistas, a investigar posibles casos de fraudes findelmundistas.
Y es que en The Leftovers había quien aprovechaba que el Pisuerga pasaba por el limbo para no volver a casa y comenzar una vida nueva. Eso hacen los personajes con los que empieza En fin. Con la Tierra amenazada por el impacto inminente y fatal de un planeta errante, muchos optan por dedicar sus últimos meses de vida al desenfreno, el hedonismo y la fiesta. Pero entonces el planeta catastrófico pasa de largo y la Humanidad (o, al menos, la parte de la Humanidad llamada España) no sabe cómo recomponerse. Tras haber dejado de preocuparse por todo, toca volver a casa. Incluso al trabajo. En esa situación se encuentra Tomás (José Manuel Poga). Pero cuando él vuelve al hogar, su mujer Julia (Malena Alterio) y su hija Noa (Irene Pérez) lo rechazan, así que se junta con una demencial pandilla de pringados capitaneada por Romero (Raúl Cimas), que a su manera (todo muy «a su manera» en esta serie) añoran el orden del pasado. En una España hecha de descampados y urbanizaciones, Tomás intentará recuperar su sitio, ignorante de que Julia tiene todos los alicientes para reinventarse en un mundo más parecido a Amanece que no es poco que a Mad Max Fury Road. Mientras tanto, la madre de Julia, María (Luisa Gavasa) se debate entre ser Imperator Furiosa o Immortan Joe, aunque siga teniendo un pie en Bienvenido Mister Marshall y otro en Qué he hecho yo para merecer esto.
Con esos referentes imposibles (y esos intérpretes espléndidos), David Sainz y Enrique Lojo levantan la comedia española más peculiar de los últimos años. Un high concept como The Leftovers con el poso low cutre de la España más reconocible. Sainz, pionero creador de la mitológica webserie Malviviendo y Lojo, guionista de series tan inteligentes como El último show, consiguen hacer de su cataclismo cañí una experiencia tan desasosegante como divertida. En En fin desconocemos si siguen existiendo las instituciones internacionales pero sí sabemos que la mejor forma de echar la tarde es tomando cañas en el jardincito del adosado. A Tomás el fin del mundo le sale regular, pero para Julia o Romero ese apocalipsis que no convenía a mucha gente (Pitita Ridruejo dixit) podría servir como punto de partida de una vida mejor.
En fin, disponible en Prime Video, se vende como comedia y lo es. Te ríes todo el rato con sus frases y con sus situaciones. Y con un Javier Botet que, en su primer episodio y con aparición estelar de Chenoa, demuestra ser la estrella más improbable y graciosa de este país. A su manera, Botet es el cómico apocalíptico perfecto, sea lo que sea eso. La muy notable Apagón de Jose A. Pérez Ledo tiene ahora una hermana pequeña gamberra. O una abuela que, para lo que queda en el convento, se tiñe el pelo de rosa, se perfora la nariz y se agencia una sicaria. Un fin del mundo en el que siguen dejándote correo comercial en el buzón.
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