En los archivos de Magnum, la caja negra de la memoria

<p>En la calle Leon Frost, en el Distrito XI de París, está una parte importante de la historia de España. La que cuentan los negativos de los carretes que tiró Robert Capa durante la Guerra Civil, entre ellos la foto de <strong>la muerte del miliciano</strong>, una de las imágenes más icónicas de la historia de la fotografía. Están también las del desembarco de Normandía, tomadas por Capa en junio de 1944 en la playa de Omaha. Fue el único fotógrafo que llegó a bajar de las lanchas aquel día. Y están las imágenes que, por primera vez, sirvieron como pruebas de crímenes de guerra ante un tribunal: las del genocicio en Ruanda y las de la guerra de los Balcanes, tomadas por Gilles Peress en los años 90.</p>

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 La agencia de fotógrafos más famosa del mundo recibirá este viernes el premio de la Concordia. Su sede en París guarda tesoros formidables que fijan la verdadera esencia de su legado  

En la calle Leon Frost, en el Distrito XI de París, está una parte importante de la historia de España. La que cuentan los negativos de los carretes que tiró Robert Capa durante la Guerra Civil, entre ellos la foto de la muerte del miliciano, una de las imágenes más icónicas de la historia de la fotografía. Están también las del desembarco de Normandía, tomadas por Capa en junio de 1944 en la playa de Omaha. Fue el único fotógrafo que llegó a bajar de las lanchas aquel día. Y están las imágenes que, por primera vez, sirvieron como pruebas de crímenes de guerra ante un tribunal: las del genocicio en Ruanda y las de la guerra de los Balcanes, tomadas por Gilles Peress en los años 90.

«Gilles estaba imprimiendo su libro en Alemania cuando le llamó un amigo que trabajaba en Médicos Sin Fronteras para decirle que se fuera a Ruanda. Cogió el primer vuelo, llegó a la frontera con Congo y vió que todo el mundo huía en una dirección. Él fue justo hacia la contraria». Hacia el genocidio. Fue uno de los primeros fotoperiodistas en documentar lo que pasaba en Ruanda «cuando el mundo miraba a otro lado».

Lo cuenta Julieta, del departamento de publicaciones de Magnum, la agencia de fotografía más prestigiosa del mundo que el viernes recibirá en Oviedo el premio Princesa de Asturias a la Concordia. Magnum fue fundada como cooperativa en 1947 por André Friedmann, conocido como Robert Capa, Henri Cartier-Bresson, David Seymour y otros dos fotoperiodistas. La idea era reunir a profesionales de total independencia y ayudarles a conservar los derechos de autor de sus obras. «Magnum es épica, es historia, forma parte de nosotros aunque no seamos conscientes de ello», cuenta su directora de estrategia, Marine Merindol. «Hay gente que dice que no conoce Magnum, pero tiene conexión sin saberlo, porque si les muestras la foto del miliciano muerto, las instantáneas en la playa de Normandía o muchas otras, la identifican rápidamente. Son imágenes que forman parte de la memoria colectiva», señala.

«Magnum es una cooperativa y una agencia de fotos, que va a contracorriente de las tendencia, los ritmos y la velocidad del mercado, y que se basa en la pasión de sus miembros, que son los fotógrafos. Este premio es una manera de compensar ese sacrificio a una profesión muy afectada por los cambios tecnológico», declara la presidenta, la fotógrafa española Cristina de Middel.

Actividades por toda Asturias

La Fundación Princesa de Asturias ha programado 67 actividades que rodearán la ceremonia de entrega del viernes que viene en el Teatro Campoamor de Oviedo.Además de los premiados de este año (con la excepción de Marjane Strapi, ausente), garardonados anteriores comoJohn Banville,Leonardo Padura,Siri Hustvedt y Juan Mayorga, entre otros, están en el programa. Y Joan Manuel Serrat, quizá la estrella del palmarés de este año, protagonizará la cita más destacada de la semana, el jueves, en un encuentro con el público en el Teatro Jovellanos de Gijón. En el mismo escenario ‘actuará’ el martes Ana Blandiana y Micel Ignatieff y sus colegas de los premios de Investigación estarán en la Universidad de Oviedo. Habrá cine, fiestas populares (de inspiración serratiana, estilo ‘Mediterráneo’, claro) y visitas a institutos.

Entre estas imágenes grabadas en la retina de todos están muchos de los instantes decisivos de la historia contemporánea: Burt Glinn fotografió a Fidel Castro entrando en La Habana en 1959. Cartier-Bresson fue el primer periodista occidental que pudo visitar la Unión Soviética tras la muerte de Stalin. Eve Arnold inmortalizó los discursos de Malcolm X. Gilles Perres estuvo en el genocidio a machetazos ruandés. Antoine D’Agata ha retratado los prostíbulos de medio mundo. Thomas Hoeper inmortalizó a Mohamed Ali en su ascenso a mito. Cristina García Rodero ha documentado ritos ancestrales por medio mundo.

Hoy las guerras están abarrotadas de fotoperiodistas; antes estos eran sólo un puñado. Los de Magnum han narrado el devenir de los últimos 75 años, «con una mirada humanista, que es el ADN de la agencia, y profundizando en las temáticas, sin quedarse en lo superficial», explica Merindol, durante una visita exclusiva para ver algo a lo que nadie accede: sus valiosos archivos.

Las instalaciones de Magnum en ParísSébastien Dolidon

Son el alma de la agencia: más de 600.000 copias, millones de negativos, algunos ya digitalizados, y hojas de contactos. Se almacenan en discos duros y se hacen varias copias, por si acaso. Todo está guardado bajo llave, en la citada sede y en otra instalación más grande.

En una estantería se almacenan decenas de carpetas con etiquetas donde se lee «Capa» y el año. Dentro están las hojas de contactos, numeradas. Se revelaban en el cuarto oscuro para ver todas las tomas, y decidir cuál era la mejor. «¿Ves esta imagen, señalada en rojo? Es la elegida por Capa de toda la muestra. Nosotros respetamos su elección y sólo se comercializa esa, ninguna otra».

Nayma Kaddour lleva 30 años trabajando en Magnum y conoció personalmente a una de las mayores leyendas del fotoperiodismo: Henri Cartier-Bresson. «Era un lujo trabajar con él», dice. Muestra una hoja de contactos de 1937 de Robert Capa, tomadas en París. Están aún sin digitalizar, así que son un documento único. Estas hojas de contactos son valiosas porque permiten saber cómo trabajó cada fotógrafo: «En qué momento cambió la mirada, la luz o el encuadre», dice.

Kaddour saca una publicación de la carpeta (también las conservan): Es La Gaceta Ilustrada. Año 1975. «La guerra de España, las impresionantes fotos de Robert Capa», dice el titular. En el interior están las imágenes más emblemáticas del fotoperiodista, en un reportaje de varias páginas. En el «cuarto frío», como lo llaman, están guardados parte de los negativos. Se tienen que mantener a una temperatura adecuada. En la sala estamos a unos 18 grados. También se conservan los antiguos sellos, con el nombre de cada fotógrafo.Con ellos que se impresionaban las firmas cuando se vendían las copias.

En la sede de Magnum se respira el romanticismo del papel y del carrete fotográfico. En la mesa de trabajo hay una fotografía de Mohamed Alí que hizo Thomas Hoeper en la que se ven las correcciones para hacer en el cuarto oscuro. Hay trazos a rotulador en cada parte de la instantánea, indicando las zonas para oscurecer o aclarar. «Esto también sirve para saber cómo trabajaba el fotógrafo en diálogo con el copista para intentar que la imagen final se acercase lo posible a la realidad».

En Magnum hay varios fotógafos españoles, entre ellos Cristina de Middel, la actual presidenta, encargada de organizar la exposición que, con motivo del Premio, se ha organizado en Oviedo. Allí, los autores fundadores y veteranos dialogan a través de las imágenes con los jóvenes.

Así es Magnum. La agencia sigue funcionando como una cooperativa que toma las decisiones en asamblea. Sus miembros se reúnen una vez al año y se hacen un retrato que va al almanaque del fotoperiodismo de élite de los últimos 75 años.

La muestra «ha tenido un buen recibimiento desde la semana pasada. Como española tengo quizá una visión un poco más crítica del archivo que hay Magnum de España y es interesante ver cómo, a lo largo de las décadas, los compañeros han fijado su objetivo en un detalle y otro de España. Con los distintos lenguajes, cada uno ha creado una visión particular», señala a EL MUNDO Cristina de Middel.

Sellos, bocetos de fotografías y archivos de la agenciaSébastien Dolidon

En la biblioteca están los libros que se han editado. «Los libros raros» se guardan bajo llave porque son incunables de la fotografía. Es el caso de una obra irrepetible, la Biblia ilustrada por los fotógrafos de Magnum. El texto religioso está acompañado de imágenes que lo describen. «Si hemos hecho la Biblia en fotos, podemos hacerlo todo», dice Nayma Kaddour. También hay un comic que intercala viñetas y fotos y libros de Antoine D’Agata casi imposibles de encontrar. D’Agata acaba de publicar un trabajo de la guerra en Ucrania que firma con el escritor Jonathan Littell.

«La mirada Magnum tiene un ADN. Sus fotógrafos buscan la historia humana dentro de la historia. Cristina de Middel, por ejemplo, siguió a un inmigrante que cruzaba la frontera. Hay una mirada humanista y a través de una historia individual, contaba una colectiva… Ellos miran la historia como otros no la van a mirar. Sólo Magnum tiene eso», dice Clara Bouveresse.

Exposición en Oviedo

La generación de los fundadores de Magnum descubrió su oficio en la Guerra Civil Española. No es raro, por tanto, que la historia de la agencia esté ligada a los últimos 80 años de España.Esa relación aparece reflejada en la exposición ‘EspañaXMagnum’ que se puede ver ya en Fábrica de Armas de La Vega de Oviedo y que reúne 112 obras de 46 fotógrafos Magnum. La selección no se presenta como un retrato cronológico sino como un collage de ideas en torno a España: la religión, el color rojo, la política el color rojo… Las fotografías aparecen glosadas con textos escritos por autores españoles como como la catedrática emérita de Filosofía Moral de la Adela Cortina, o el director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Miguel Zugaza.

Magnun es, también y sobre todo, vocación. El 15 de abril de 2019, Patrick Zackmann llamó por teléfono a Julieta, del departamento de publicaciones. «Estoy en Notre Dame. Se está quemando». «Patrick es increíble, cada vez que pasa algo ¡está casi llegando antes de que pase!», dice. Zackmann hizo vídeos y fotos, fue uno de los primeros en llegar y documentó tambien su rehabilitación desde los cielos.

También merece la pena la historia de Nana Heitman, la única fotógrafa de Magnum que está hoy en Rusia. En febrero de 2022, cuando estalló la guerra, Heitman, estaba en el Donbás. Volvió a Rusia y se cruzó con los tanques. «Ella es rusa, ama su país, pero tiene un código deontológico muy fuerte», explica Julieta, que recuerda la cita de Cartier-Bresson: «No quiero mostrar el mundo, sólo mi mirada del mundo».

Magnum resiste, aunque, según Cristina de Middel, la profesión «se ha degradado, como muchos de los oficios que se basan en hacer las cosas con calma, pasión y crierio. La prisa sacrifica la profundida y el pensamiento crítico. El que sufre esto no es el fotoperiodista sino la audiencia final».

Henri-Cartier Bresson pereció en su casa, a los 93 años. Sus colegas Robert Capa yDavid Seymour murieron en combate. Capa en Vietnam y Seymour ametrallado por soldados egipcios en un cruce fronterizo durante la crisis del Canal de Suez. «Ese destino fatal ha aumentado la épica en torno a la profesión», señala Bouveresse.

En aquel equipo fundacional falta un mito: Gerda Taro, la pareja de Robert Capa, quien firmaba con él bajo la marca «Capa». ¿Cuántas imágenes atribuidas a Robert eran en realidad de Gerda? En la sala de archivos de Magnum hay negativos suyos, de las imágenes que tomó durante la Guerra Civil. Taro nunca pudo formar parte del equipo por su muerte prematura, durante la contienda. Murió tras ser atropellada por un tanque durante un movimiento de repliegue del Ejército Republicano, demasiado pronto para fundar la cooperativa. Tenía 27 años. Su memoria está archivada en Magnum, entre las leyendas de la casa.

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