<p class=»ue-c-article__paragraph»><strong>»No diga Coppola, diga cine»,</strong> era el particular y hasta evidente chiste que usaba Joaquín Reyes para la presentación de su particular y muy manchega imitación de, en efecto, <strong>Francis Ford Coppola</strong>. Y acertaba. Nadie como este hombre nacido en Detroit hace 85 años representa tanto y de tantos modos diferentes un arte y una industria, por este orden, que él revolucionó, él reinventó, él destruyó y él volvió a crear desde sus cenizas. <a href=»https://www.elmundo.es/cultura/cine/2024/09/24/66f2a6c7e9cf4a2e148b45b1.html»><i><strong>Megalópolis</strong></i></a><strong>es el nombre de su último proyecto</strong>, que se estrenará en los cines, tras ser presentada <a href=»https://www.elmundo.es/cultura/cine/2024/05/17/6647493421efa063388b4586.html»>primero en Cannes</a> y luego en San Sebastián, este viernes.</p>
El director de cine estadounidense habla del proyecto más esperado de su carrera, Megalópolis y defiende la gran inversión que ha requerido: «Es absurdo reducir el arte a una investigación de mercado»
«No diga Coppola, diga cine», era el particular y hasta evidente chiste que usaba Joaquín Reyes para la presentación de su particular y muy manchega imitación de, en efecto, Francis Ford Coppola. Y acertaba. Nadie como este hombre nacido en Detroit hace 85 años representa tanto y de tantos modos diferentes un arte y una industria, por este orden, que él revolucionó, él reinventó, él destruyó y él volvió a crear desde sus cenizas. Megalópolises el
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