Jafar Panahi, Palma de Oro de Cannes: «En la cárcel te das cuenta de que ayudar no es una elección, es un deber»

<p class=»ue-c-article__paragraph»><strong>Jafar Panahi</strong> (Mianeh, Irán, 1960) ni cree ser un cineasta político ni, pese a lo que pueda parecer, siempre fue un director disidente. «Pero la realidad», dice, «te empuja a ser quien eres». Su flamante Palma de Oro recién lograda en <strong>Cannes </strong>por<i> Un simple Accident </i>(este es su título original en francés) le convierte en el segundo director iraní en hacerse con ella tras <strong>Abbas Kiarostami</strong>. Y a su modo, cierra un círculo que empezó a dibujarse en 2009 cuando decidió asistir al funeral de un estudiante asesinado en las protestas de la llamada Revolución Verde.</p>

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 El director iraní acaba de lograr la Palma de Oro con ‘Un Simple Accident’ 15 años después de la prohibición de rodar y viajar fuera de su país  

Jafar Panahi (Mianeh, Irán, 1960) ni cree ser un cineasta político ni, pese a lo que pueda parecer, siempre fue un director disidente. «Pero la realidad», dice, «te empuja a ser quien eres». Su flamante Palma de Oro recién lograda en Cannes por Un simple Accident (este es su título original en francés) le convierte en el segundo director iraní en hacerse con ella tras Abbas Kiarostami. Y a su modo, cierra un círculo que empezó a dibujarse en 2009 cuando decidió asistir al funeral de un estudiante asesinado en las protestas de la llamada Revolución Verde.

Acusado de rodar una película contra el régimen, el gobierno le impuso una prohibición de viajar y de filmar durante 20 años. Además de una pena de prisión de seis años por «propaganda contra el sistema». Fue en el festival de Cannes de 2010 cuando Juliette Binoche, ahora presidenta del jurado, le dedicó unas palabras emocionadas al recoger el premio a mejor actriz por Copia certificada, dirigida por precisamente Abbas Kiarostami. Animado por las lágrimas de Binoche quizá, nada ha impedido que siguiera trabajando y desde entonces ha filmado de manera siempre interrumpida Esto no es una película (2011), Closed Curtain (2013), Taxi Teherán (2025), Tres caras (2018) y Los osos no existen (2022). En todas ellas, la vida acosada del director mancha literalmente la imagen en un juego prodigioso de espejos a un lado y otro de la realidad de su país, entre la fabulación y lo real.

El último (o penúltimo) capítulo de su pelea desigual contra el régimen de los ayatolás llegó en 2022. En julio de ese año fue arrestado y encarcelado. Tras seis meses en la prisión de Evin de Teherán, Panahi fue liberado en febrero de 2023 tras una huelga de hambre. Ahora, 15 años después de que empezara todo, se encuentra libre. Y con Palma de Oro. Y, debido a que es una firma francesa la productora, quién sabe si camino de los Oscar.

¿Cómo se siente ahora? Es libre, puede viajar, puede salir al escenario a presentar tu película…
Sí, es una experiencia nueva. Siempre puedes descubrir tus fortalezas y debilidades según cómo sea la reacción del público. Imagine no poder ver tu película en pantalla grande con público durante 15 años. Ahora que por fin he visto mi película con público en el cine, ha sido la experiencia indescriptible. Me ha transportado a otra dimensión.
¿Pero se ha levantado oficialmente la prohibición? Porque, si mal no recuerdo, iba a durar hasta 2030.
Sí, era una prohibición de 20 años. Lo que ocurre es que ya había cumplido tres cuartas partes. Después del movimiento por la libertad de la mujer, y debido a que las cárceles estaban llenas, el gobierno concedió una amnistía a quienes hubieran cumplido un tercio de su condena. En mi caso, había cumplido tres cuartas partes. De todas formas, legalmente no tenía sentido esa prohibición. La sentencia era de cinco años más un año de prisión. El problema es que la aplicación de la ley es completamente arbitraria.
¿Qué espera cuando regrese?
No tengo ninguna expectativa. Lo que sé es que volveré y luego veremos qué pasa. En realidad, no es tan malo como parece. Visto desde fuera parece terrible, pero cuando estás allí y comparas tus problemas con los de los demás, te das cuenta de lo insignificantes que son. Por poner un ejemplo muy sencillo: hay muchísimas mujeres que salen a la calle sin pañuelo y las arrestan. Cualquiera de esas mujeres corre mucho mucho más peligro que yo. Pero como no son conocidas, no reciben la atención de un director de cine.
No creo que su paso por la prisión sea un problema menor…
Digamos que me retiré a descansar
¿Cuánto de lo que se ve y escucha en la película de lo que significa pasar por una prisión en Irán es una experiencia personal?
La película trata muy poco de mis propias experiencias y mucho de las experiencias de otros presos. Cuando estuve encarcelado, tuvimos largas conversaciones. Escuché historias de todo lo ocurrido en las cárceles de Irán en el último medio siglo. Todo el mundo contribuyó.
Su película es violenta, pero, como en la propia conversación, el humor está muy presente. ¿Hay un sentido del humor específicamente iraní?
La ironía es importante en cualquier cultura, no solo en la iraní. Pero sí es cierto que el sentido del humor está presente en el día a día de Irán no importa lo difíciles que sean las cosas. Lo ves en la calle, cuando vas al mercado. El humor es la mejore manera de resistir o atenuar las desgracias.
Por otro lado, hay un empeño muy claro en A Simple Accident de no demonizar a la clase dirigente en el poder actualmente…
En realidad, el mal no se ve nunca a simple vista. Pienso en la reflexión de Hanneh Arendt cuando asistió al juicio contra Eichman. «Todos nos imaginamos a un monstruo. Pero el hombre que metieron en esa jaula de cristal era un hombre de apariencia normal», dice. En mi película me limitó a dar pistas. Vemos que es una familia que por la apariencia exterior y por ciertos detalles se identifica como adepta al régimen. Cuando atropellan al perro, exclama la madre: «Fue obra de Dios». Y entonces la niña responde que no, que fue el padre quien lo atropelló y que Dios no ha tenido nada que ver. Pero nada más. Desde un punto de vista, sí son gente normal.
¿Es esta película un nuevo comienzo como en algún momento ha declarado?
Cuando no me dejaban hacer películas, me vi obligado a hacer un cine muy personal. Yo tenía que ser el pilar de cada historia. Cuando me dispuse a hacer una película de un taxista, vi claro que el taxista tenía que ser yo. Una vez que me levantan todas las condenas, cambia todo, cambia el punto de vista tanto desde una perspectiva técnica como psicológica. El desafío ahora es completamente otro, ya no soy un director disidente rodando de forma clandestina sobre esa opresión y sobre esa misma clandestinidad. En cualquier caso, lo que no cambia es el punto de vista moral, sigo enfrentándome a los mismos desafíos.
¿Se imagina rodando una película de género o un musical, es decir, una película que no obligue a una lectura y un compromiso político?
Todo depende de lo que exija la historia. ¿Por qué no? Lo que sí creo es que sea del género que sea la película, la perspectiva siempre sería muy realista.
¿Cómo ha cambiado personalmente después de todo este tiempo?
El paso por prisión es lo que hace que te lo replantees todo. Es lo que más te hace cambiar. Me ha hecho cambiar tanto que a veces me digo medio en broma que ojalá hubiera ingresado en la cárcel antes. Me hizo ver cosas nuevas y descubrir a gente que de otro modo no habría conocido nunca. La prisión te cambia la vida.
¿En qué sentido exactamente?
Lo más básico es el sentido de la palabra ayuda. Cuando decides ayudar a otro preso no es un acto performativo, no es una elección que tomas, lo sientes profundamente como un deber, una obligación.
Se ha hablado mucho de la decisión que toma de que las mujeres aparezcan sin velo en su película, lo que está expresamente prohibido. ¿Significa eso que se respira un cierto cambio en el régimen?
Las circunstancias en Irán no son ni mejores ni más libres que antes. Lo que ha sucedido es que el gobierno no está en condiciones de volver a su statu quo anterior. Porque la gente se resiste. Mientras el gobierno impone nuevos castigos y endurece las cosas, la gente resiste y hace lo que quiere. No es que abran la mano y ofrezcan más libertad, sino que ya no pueden controlar las cosas como antes.
La película trata el tema de la venganza. ¿Existe ese deseo en la sociedad iraní?
No, personalmente no tengo ninguna tendencia ni deseo de vengarme. Estoy seguro que tú tampoco. Pero es cierto que nunca sabes cómo reaccionarías en una situación concreta como la de los personajes de la película si, de repente, se te ofrece esa posibilidad, la posibilidad de vengarte de la persona que te hizo daño.
¿Diría que el cine, en estos últimos 15 años de reclusión, le salvó la vida?
Es el único trabajo que conozco. No puedo hacer otra cosa. Si no hubiera hecho películas, estoy seguro de que las cosas habrían sido muy difíciles. Siempre hice lo posible, pese a todas las dificultades, para seguir trabajando. Además, creo que era importante transmitir esa idea, la de que hay que seguir adelante pese a todo. Recuerdo que muchos estudiantes de cine se me acercaban y se quejaban de lo difícil que era hacer una película antes de que empezara todo. Pero después de ver mis películas Esto no es una película y Taxi Teherán, todos encontraron formas nuevas de hacer su trabajo.
Una de las ideas centrales de su película es la idea de perdón y de reconciliación. ¿Cree que esto será alguna vez posible en Irán después de tanta brutalidad?
Creo que no podemos hablar realmente de perdón, sino de esperanza en el futuro. Esperanza en un futuro mejor. Esperanza de que las cosas ya no sean como son para siempre. Esperanza de que nadie imponga sus ideas a los demás. Espero que todos acabemos por conocernos a nosotros mismos y seamos capaces de ofrecer la versión, tanto los que están en el gobierno como los que nos encontramos en la disidencia. Espero sinceramente de que encontremos la manera de construir un futuro mejor sin violencia.

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