Javier Sierra, de vuelta al Museo del Prado: «La gente ya no sabe leer símbolos»

<p>Javier Sierra cuenta de un experimento científico que apareció publicado hace pocos años: <strong>sus autores llevaron a unos niños al Rijksmuseum de Ámsterdam y los dividieron en tres grupos</strong>.Al primer grupo no lo prepararon para la visita.Al segundo le dieron datos. Al tercer grupo le contaron un cuento relacionado con los cuadros que iba a ver. Y a todos les pusieron unos sensores que medían hacia dónde dirigían sus miradas. Los niños de los primeros dos grupos no lograron concentrarse bien en los cuadros. En cambio, los niños del tercer grupo, los que escucharon una narración, fijaron sus miradas y se llevaron una experiencia mucho más intensa.</p>

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 ‘El plan maestro’, el nuevo libro del escritor, retoma la línea de ‘El maestro del Prado’ y convierte un ensayo sobre el significado del arte en una novela de ángeles y demonios que combaten ante los cuadros de Botticelli, El Bosco y Rafael  

Javier Sierra cuenta de un experimento científico que apareció publicado hace pocos años: sus autores llevaron a unos niños al Rijksmuseum de Ámsterdam y los dividieron en tres grupos.Al primer grupo no lo prepararon para la visita.Al segundo le dieron datos. Al tercer grupo le contaron un cuento relacionado con los cuadros que iba a ver. Y a todos les pusieron unos sensores que medían hacia dónde dirigían sus miradas. Los niños de los primeros dos grupos no lograron concentrarse bien en los cuadros. En cambio, los niños del tercer grupo, los que escucharon una narración, fijaron sus miradas y se llevaron una experiencia mucho más intensa.

La anécdota sirve para empezar a explicar El plan maestro (Planeta, ya en las librerías), la undécima novela del escritor de El maestro del Prado, relato del que es, más o menos, descendiente. El plan maestro se basa, como El maestro del Prado, en la brumosa aparición de unas criaturas que habitan en los museos y se dirigen a algunos elegidos para mostrarles los cuadros como puertas abiertas a lo desconocido. «A mí eso me pasó», explica Sierra.«Llegué a Madrid y todo me parecía hostil, así que me refugiaba en El Prado. Un día, ante La perla de Rafael, un hombre mayor me abordó por la espalda y me dijo: ‘No estás mirando bien’. Con dos frases me desveló que el cuadro era una historia y nunca volví a ver el arte como antes. Después, quise buscar a ese hombre pero nunca pude saber quién era».

Aquel sabio reaparece en El plan maestro como un ángel, en resumen. Pero claro: donde hay ángeles hay demonios que los combaten. Su lucha es la trama que hace avanzar la novela.

¿Se anima Sierra a sintetizar lo que la novela tiene de ensayo sobre arte? «La gran pregunta es cuál es la función del arte desde la prehistoria. Hay un enfoque antropológico que se da cuenta de que las cuevas en las que pintaban los hombres del arte rupestre tenían una entidad viva. Las paredes de las cuevas no eran piedras, eran membranas que seperaban su mundo del más allá.Por eso pintaban en el corazón de la cueva, casi a oscuras. Palpaban las paredes, notaban que un bulto e interpretaban que esa era la panza del animal que estaba al otro lado y al que iban a pintar. Lo que hago en El plan maestro es llevar esa forma de vivir el arte al Renacimiento y más allá».

Dos ejemplos que aparecen en la novela.Primero: si el Tríptico de Las Maravillas de El Bosco se mira como un conjunto de información, la obra es un collage de personajes extravagantes. Si se mira con un afán de trascender, se entiende que los muñequitos de El Bosco forman el dibujo de un ojo, nada menos que «el ojo de Dios», según Sierra, que mira a los espectadores y los pone a prueba. Y segundo: en La primavera de Sandro Botticelli, los claroscuros que rodean a Venus esconden dos pulmones. «Verlos es como ver una figura en el test de Rorschach. Se te revelan», dice Sierra. Lo interesante es que Botticelli no debía saber cómo eran los pulmones humanos, porque las disecciones de cuerpos estaban prohibidas. Llevaban al infierno y a la cárcel.

¿Qué quería decir esa inserción imprudente? Los ángeles y los demonios de El plan maestro, en su pelea entre el bien y el mal, buscarán un significado. «¿Sabe por qué he hecho una novela? Porque las novelas no se olvidan», dice el autor. «El humano no es el único animal inteligente que existe en la Tierra. Sí es el único que tiene la capacidad de representar, de usar símbolos y hacer arte. A partir de la fotografía y, sobre todo, a partir de las vanguardias, hemos perdido parte de esa capacidad simbólica. La gente ya no sabe leer símbolos complejos. Este libro también trata de devolver a las personas la capacidad de percibir».

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