<p>A las polémicas, como a la brisa, hay que quererlas. Vienen, van y, mientras tanto, renuevan el aire. El año pasado por estas fechas fue el documental de Jordi Évole ‘<i>No me llame Ternera</i>’ el que monopolizó todas conversaciones del Festival de San Sebastián. Y éste, y con toda la prudente distancia que se quiera, es ‘<i>Tardes de soledad'</i>, de Albert Serra, la película que entretiene el alma batalladora de la concurrencia. En la edición anterior, un comunicado previo al arranque del certamen con casi 400 firmas exigía la retirada de la programación de la cinta de marras por dar voz a un terrorista con condena. Y en la presente, es el<strong> Partido Animalista Con el Medio Ambiente (PACMA),</strong> por principios antitaurino, el que conmina a una acción similar con una producción que sigue un día del torero Roca Rey desde que se viste de luces hasta el final de todo. Son dos casos difícilmente comparables, pero con un punto que les une de manera casi trágica: en los dos casos, <strong>ninguno de los ofendidos vio un solo segundo de las películas que no solo se negaban a ver sino que, además, pretendían que nadie viera.</strong></p>
El responsable del certamen defiende la programación de ‘Tardes de soledad’, la película sobre el mundo de los toros de Albert Serra que Pacma ha exigido que sea retirada y lo hace en un festival presidido por dos temas: la muerte y la denuncia del machismo
A las polémicas, como a la brisa, hay que quererlas. Vienen, van y, mientras tanto, renuevan el aire. El año pasado por estas fechas fue el documental de Jordi Évole ‘No me llame Ternera’ el que monopolizó todas conversaciones del Festival de San Sebastián. Y éste, y con toda la prudente distancia que se quiera, es ‘Tardes de soledad’, de Albert Serra, la película que entretiene el alma batalladora de la concurrencia. En la edición anterior, un comunicado previo al arranque del certamen con casi 400 firmas exigía la retirada de la programación de la cinta de marras por dar voz a un terrorista con condena. Y en la presente, es el Partido Animalista Con el Medio Ambiente (PACMA), por principios antitaurino, el que conmina a una acción similar con una producción que sigue un día del torero Roca Rey desde que se viste de luces hasta el final de todo. Son dos casos difícilmente comparables, pero con un punto que les une de manera casi trágica: en los dos casos, ninguno de los ofendidos vio un solo segundo de las películas que no solo se negaban a ver sino que, además, pretendían que nadie viera.
«Con lo de la polarización y las cancelaciones nos estamos volviendo un poco locos», comenta no enfadado pero casi José Luis Rebordinos, a la sazón director del festival donostiarra que arranca el viernes con todos los honores y con más nombres de prestigio en su programación que probablemente nunca antes. Con una sección oficial en la que figuran viejos conocidos de la afición (la cinéfila, no la taurina) como Mike Leigh, Audrey Diwan, Costa-Gavras, Kiyoshi Kurosawa, François Ozon o Johnny Depp, y con una alfombra roja que será pisada por Cate Blanchett, Pedro Almodóvar, Pamela Anderson, Monica Bellucci o Lupita Nyong’o, lo primero, de momento, es lo otro.
«Todo esto me lleva a una reflexión muy triste. ¿Qué está pasando en este país?… Antes los censores tradicionales veían las películas y luego pedían que no se proyectaran. Ahora la censura viene por anticipado. Vamos un paso más allá de la locura. No me creo un pretendido discurso progresista si luego resulta que solo quiere censurar. No son humanistas, son censores», comenta Rebordinos que no duda en aclarar que los criterios para elegir la película fueron siempre estrictamente cinematográficos. «Cuando vimos la película, como sabíamos que este debate iba a surgir, nosotros mismos nos preguntamos: ¿Es una cinta a favor o en contra de los toros? Y entre nosotros no nos poníamos de acuerdo. Realmente es una producción muy especial que responde a una visión muy particular como es siempre la de Albert Serra», dice, se toma una pausa y se atreve a una reflexión de carácter, digamos, personal: «Sinceramente, en mi vida he ido a los toros. Fui de niño porque mi padre me llevó a ver al Bombero torero. Confieso que me resulta un espectáculo cruel. Ahora bien, hablamos de una película y, al margen de mi parecer sobre el asunto, es una aproximación artística de uno de nuestros grandes directores. ¿Tenemos acaso que esconder y tapar en los museos los grabados de Goya donde sale la tauromaquia?».
Y así.
Sea como sea, la edición 72 del Festival de San Sebastián puede presumir de trapío. Y hasta de bravura. Digamos que todos los encastes e hierros del cine contemporáneo en general y del nuevo cine español en particular tienen su representación. Hasta aquí la metáfora taurina. Cuesta definir un argumento mayoritario o destacado en una competición esencialmente heterogénea. Y, sin embargo, algo hay. Y ese algo tiene que ver, en primer lugar, con la sensación de fin, de agotamiento, de apocalipsis incluso. La muerte, en cualquiera de sus formas, aparece representada hasta en seis películas de manera evidente. Se podría aventurar que elípticamente, es citada en todas. A su lado, la mujer y sus derechos menospreciados o ignorados durante tanto tiempo vuelven a ser protagonistas.
Quizá al socaire de ‘La habitación de al lado’, de Pedro Almodóvar, la dignidad de la muerte, que lo es en verdad de la vida, adquiere un extraño protagonismo. ‘Los destellos’, el nuevo trabajo de Pilar Palomero (‘Las niñas’ y ‘La maternal’), habla de un enfermo terminal (Antonio de la Torre) y de cómo todas las vidas que lo rodean (Patricia López Arnaiz) se ven afectadas. ‘The end’, el primer trabajo de ficción del documentalista Joshua Oppenheimer, un paso más hacia el abismo, convierte en un musical (tal cual) el fin del mundo de la mano de un reparto que incluye a Tilda Swinton y Michael Shannon. ‘Bound of heaven’, de la directora china debutante Xin Huo, es un melodrama romántico sobre una pareja que acepta la desesperación ante una enfermedad como mal menor para escapar de un mundo en estado aún más grave. El japonés Kiyoshi Kurosawa insiste en el que es un remake de sí mismo en ‘Serpent’s path’ (la original es de 1998), un ‘thriller’ donde la venganza por fuerza sangrienta se antoja la única salida al horror de lo sufrido en vida. Desde otro punto de vista, la conversación entre un escritor y un médico que anima ‘El último suspiro’, de Costa-Gavras, es también un paseo-reflexión sobre la muerte. Como con motivo de otra muerte, la del papa de Roma, Edward Berger (‘Sin novedad en el frente’) construye en Cónclave una intriga vaticana para, no puede ser de otro modo, la eternidad. Y luego está, en efecto, ‘Tarde de soledad’. Muerte sobre muerte.
El otro gran asunto es la mujer. O, mejor, su reivindicación frente a su borrado, humillación, negación, malversación o maltrato. ‘Emmanuelle’, de Audrey Diwan (‘El acontecimiento’), es la película que no solo inaugura el festival el viernes sino que, a su manera, marca el camino. La reapropiación del último gran mito erótico desde la reivindicación del placer, del placer femenino, es la intención y motor de una propuesta pensada tanto para la provocación como para el debate. ‘Soy Nevenka’, de Icíar Bollaín, es cine denuncia y lo es por levantar acta de uno de los casos (el de la ex concejal de Ponferrada Nevenka Fernández) más lacerantes de humillación, violencia e injusticia contra las mujeres en la España reciente. Alauda Ruiz de Azúa, por su parte, lleva a la serie ‘Querer’ un caso de maltrato dentro del matrimonio y en lo más alto de las clases sociales. Estamos ante un nuevo modo de contemplar el problema de siempre. ‘El lugar de la otra’, el estreno en la ficción de la documentalista nominada al Oscar Maite Alberdi, se sirve de un asesinato real (el cometido por la escritora chilena María Carolina Geel) para retratar las miserias aún más reales del patriarcado, el del pasado y el de ahora.
Y algo parecido, por histórico y por sangrante, sucede en ‘La virgen roja’, de Paola Ortiz, un regreso a la España de los años 30 con la historia de Hildegart, la mujer concebida y educada por su madre para ser la mujer del futuro y que ya fue argumento de una película firmada por Fernando Fernán Gómez. ‘On falling’, de la directora portuguesa Laura Carreira, es una lectura de la explotación contemporánea desde la mirada de una mujer y emigrante. Es decir, tres veces explotada. ‘Mi única familia’, del maestro Mike Leigh, también se sitúa en el presente y deja a una actriz descomunal como Mariane Jean-Baptiste ante todas las angustias de una mujer angustiada en un mundo que agoniza. Lo que hace Gia Coppola con Pamela Anderson como protagonista en ‘The last showgirl’ es reflexionar lo que queda cuando ya no queda nada. Es un retrato de una ex-bailarina retirada y es a la vez un dibujo de un icono (la propia Pamela) de otro tiempo. Para el final quedaría la lectura alegórica de ‘El llanto’, de Pedro Martín-Calero, una película de terror que habla de precisamente el terror machista en la más oscura y temible de sus formas. Y así.
Si contamos eso que no se debería contar, la competición son nueve directores frente a siete directoras.
Dice Rebordinos en el que es su festival número 13 que nunca antes ha habido ni tantos nombres ni tanto glamour. Y acierta. Dicho lo cual, que dios reparta suerte.
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