La Estación Espacial tiene una fuga potencialmente "catastrófica", pero Rusia no lo considera un problema

La Estación Espacial Internacional (ISS), símbolo de la cooperación internacional y la investigación espacial, enfrenta uno de sus retos más críticos en sus 25 años de historia. Las fugas de aire han escalado hasta convertirse en el mayor riesgo de seguridad del laboratorio orbital, según los últimos informes de la NASA.

La fuga más preocupante —y persistente— se ha detectado en el vestíbulo del módulo ruso de servicio Zvezda, una zona llamada PrK que conecta con uno de los puertos de acoplamiento. Recordemos que este módulo de servicio lleva en funcionamiento desde julio de 2000.

Esta fuga en concreto se conoce desde hace cinco años. Se descubrió en 2019 y, aunque la ISS ha registrado filtraciones de aire en varias áreas, la de PrK ha sido identificada como el punto más crítico. Inicialmente, se trataba de un problema controlado, pero las tasas de fuga han aumentado: se ha duplicado de una libra —medio kilo— de aire perdido por día a un poco más de dos libras.

Por ello, como decíamos, la Oficina del Inspector General de la agencia espacial calificó la fuga como el mayor “riesgo de seguridad” para la ISS en una auditoría de la NASA publicada el 26 de septiembre.

La NASA y Roscosmos no se ponen de acuerdo

Roscosmos atribuye las grietas a “microvibraciones” causadas por los ciclos térmicos que experimenta la estación en su órbita, esto es, la flexión del metal y componentes similares que se calientan y enfrían a medida que la ISS orbita dentro y fuera de la luz solar.

Mientras, la NASA apunta a un conjunto de factores, incluidos el estrés mecánico, el estrés residual, las propiedades del material y las exposiciones ambientales.

Los responsables insisten en que la situación no representa un peligro inmediato para los astronautas, pero la NASA advierte que el problema compromete la integridad estructural del módulo y, potencialmente, de toda la estación.

Es decir: la agencia espacial de Estados Unidos mantiene que la posibilidad de un fallo estructural masivo no puede descartarse. Sin embargo, Rusia lo considera poco probable.

Bob Cabana, presidente del comité asesor de la ISS y ex astronauta, lo resume de forma contundente: “Roscosmos no cree que una desintegración catastrófica del [módulo] PrK sea realista y la NASA ha expresado su preocupación por la integridad estructural del PrK y la posibilidad de una falla «catastrófica»”.

Cabana añade: “No hay un entendimiento común entre la NASA y Roscosmos sobre cuáles son las posibles causas o la gravedad de las consecuencias de estas filtraciones”. Tampoco se ponen de acuerdo sobre si “las operaciones continuas son seguras”.

De momento, la solución inmediata ha sido cerrar la escotilla que conecta los segmentos ruso y estadounidense, una medida temporal que podría complicar las operaciones.

Un gigante envejecido: el futuro incierto de la ISS

La ISS, cuyo primer módulo se lanzó en 1998, se enfrenta al inevitable desgaste de una estructura que orbita a más de 27.000 kilómetros por hora y experimenta constantes cambios de temperatura. Este envejecimiento, combinado con el aumento de los costos de mantenimiento —que superan los 1.500 millones de dólares anuales—, complica cada vez más su operatividad.

En 2022, Rusia anunció su intención de abandonar la ISS en 2028 para centrarse en su propia estación espacial, mientras que la NASA y otros socios han comprometido su apoyo hasta 2030. Este contexto plantea una pregunta inevitable: ¿cómo gestionar una infraestructura internacional que no puede separarse físicamente, pero cuyas alianzas están fracturadas?

Ante la creciente preocupación, la NASA ha firmado un contrato de 843 millones de dólares con SpaceX para desarrollar una nave capaz de desorbitar la EEI de forma controlada en 2031. Este plan refuerza la transición hacia una nueva etapa en la exploración espacial, marcada por la participación de empresas privadas.

 La NASA y Roscosmos discrepan sobre la gravedad de las filtraciones que afectan a un módulo de la ISS, con consecuencias que podrían llevar a un fallo estructural masivo. Un informe hace semanas ya alertó del problema.  

La Estación Espacial Internacional (ISS), símbolo de la cooperación internacional y la investigación espacial, enfrenta uno de sus retos más críticos en sus 25 años de historia. Las fugas de aire han escalado hasta convertirse en el mayor riesgo de seguridad del laboratorio orbital, según los últimos informes de la NASA.

La fuga más preocupante —y persistente— se ha detectado en el vestíbulo del módulo ruso de servicio Zvezda, una zona llamada PrK que conecta con uno de los puertos de acoplamiento. Recordemos que este módulo de servicio lleva en funcionamiento desde julio de 2000.

Esta fuga en concreto se conoce desde hace cinco años. Se descubrió en 2019 y, aunque la ISS ha registrado filtraciones de aire en varias áreas, la de PrK ha sido identificada como el punto más crítico. Inicialmente, se trataba de un problema controlado, pero las tasas de fuga han aumentado: se ha duplicado de una libra —medio kilo— de aire perdido por día a un poco más de dos libras. 

Por ello, como decíamos, la Oficina del Inspector General de la agencia espacial calificó la fuga como el mayor “riesgo de seguridad” para la ISS en una auditoría de la NASA publicada el 26 de septiembre.

La NASA y Roscosmos no se ponen de acuerdo

Roscosmos atribuye las grietas a “microvibraciones” causadas por los ciclos térmicos que experimenta la estación en su órbita, esto es, la flexión del metal y componentes similares que se calientan y enfrían a medida que la ISS orbita dentro y fuera de la luz solar.

Mientras, la NASA apunta a un conjunto de factores, incluidos el estrés mecánico, el estrés residual, las propiedades del material y las exposiciones ambientales.

Los responsables insisten en que la situación no representa un peligro inmediato para los astronautas, pero la NASA advierte que el problema compromete la integridad estructural del módulo y, potencialmente, de toda la estación. 

Es decir: la agencia espacial de Estados Unidos mantiene que la posibilidad de un fallo estructural masivo no puede descartarse. Sin embargo, Rusia lo considera poco probable.

Bob Cabana, presidente del comité asesor de la ISS y ex astronauta, lo resume de forma contundente: “Roscosmos no cree que una desintegración catastrófica del [módulo] PrK sea realista y la NASA ha expresado su preocupación por la integridad estructural del PrK y la posibilidad de una falla «catastrófica»”.

Cabana añade: “No hay un entendimiento común entre la NASA y Roscosmos sobre cuáles son las posibles causas o la gravedad de las consecuencias de estas filtraciones”. Tampoco se ponen de acuerdo sobre si “las operaciones continuas son seguras”.

De momento, la solución inmediata ha sido cerrar la escotilla que conecta los segmentos ruso y estadounidense, una medida temporal que podría complicar las operaciones.

Un gigante envejecido: el futuro incierto de la ISS

La ISS, cuyo primer módulo se lanzó en 1998, se enfrenta al inevitable desgaste de una estructura que orbita a más de 27.000 kilómetros por hora y experimenta constantes cambios de temperatura. Este envejecimiento, combinado con el aumento de los costos de mantenimiento —que superan los 1.500 millones de dólares anuales—, complica cada vez más su operatividad.

En 2022, Rusia anunció su intención de abandonar la ISS en 2028 para centrarse en su propia estación espacial, mientras que la NASA y otros socios han comprometido su apoyo hasta 2030. Este contexto plantea una pregunta inevitable: ¿cómo gestionar una infraestructura internacional que no puede separarse físicamente, pero cuyas alianzas están fracturadas?

Ante la creciente preocupación, la NASA ha firmado un contrato de 843 millones de dólares con SpaceX para desarrollar una nave capaz de desorbitar la EEI de forma controlada en 2031. Este plan refuerza la transición hacia una nueva etapa en la exploración espacial, marcada por la participación de empresas privadas.

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