La película que representa el mundo dentro de una cárcel: «Los únicos y auténticos americanos son los emigrantes»

<p>Un dato. El porcentaje de personas que vuelven a prisión en los Estados Unidos en un plazo de cinco años es superior al 60 %. «Es decir, uno de cada dos reclusos está marcado. No descubro nada si digo que la cárcel estigmatiza para siempre», dice el cineasta Greg Kwedar de paso por Madrid. Otro dato. Menos del 3% de los que asisten al programa de teatro en el que se basa <i>Las vidas de Sing Sing</i> reinciden. «Es decir, el arte, el teatro o la creatividad, como se quiera llamar, cumple una función y sirven para algo. Lo inútil es útil. Eliminar la enseñanza del arte en las escuelas o prisiones es una estrategia política, tiene un fin, y no es otro que <strong>deshumanizar, marcar, estigmatizar»</strong>, añade el director de antes en lo que quiere ser una evidencia que también es, a su manera, un silogismo.</p>

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 El director Greg Kwedar desgrana las dificultades de una película rodada en el interior de la cárcel donde se mezclan actores profesionales con auténticos reclusos con condena en firme  

Un dato. El porcentaje de personas que vuelven a prisión en los Estados Unidos en un plazo de cinco años es superior al 60 %. «Es decir, uno de cada dos reclusos está marcado. No descubro nada si digo que la cárcel estigmatiza para siempre», dice el cineasta Greg Kwedar de paso por Madrid. Otro dato. Menos del 3% de los que asisten al programa de teatro en el que se basa Las vidas de Sing Sing reinciden. «Es decir, el arte, el teatro o la creatividad, como se quiera llamar, cumple una función y sirven para algo. Lo inútil es útil. Eliminar la enseñanza del arte en las escuelas o prisiones es una estrategia política, tiene un fin, y no es otro que deshumanizar, marcar, estigmatizar», añade el director de antes en lo que quiere ser una evidencia que también es, a su manera, un silogismo.

La película citada es el último trabajo del director citado a continuación. Una y otro, junto a sus datos correspondientes, se han convertido casi en silencio en una de las grandes atracciones de la temporada. Les asiste, a los dos, el privilegio de la verdad, pues más allá de las consideraciones éticas, sociales o políticas, que las hay, lo que se ve en pantalla se antoja esencialmente cierto. Basada en un programa de rehabilitación de la cárcel de Sing Sing, la película sigue los ensayos, dudas, peleas y hasta triunfos de una compañía de actores encarcelados que trabajan en un taller de teatro dentro la prisión. La cinta mezcla actores de verdad, de los profesionales, con los otros actores, reclusos aún más de verdad. Y entre tanta certeza, con ritmo pausado, respiración profunda y mirada clara, Las vidas de Sing Sing consigue un sorprendente ejercicio de cine árido, rugoso y, por encima de todo, verdadero.

«Solo el nombre de la prisión predispone en contra. Todos los dramas carcelarios que hemos visto en la pantalla determinan cómo percibimos a las personas encarceladas», comenta el director. Y sigue: «Romper el estereotipo es complicado, pero lo cierto es que siempre que las personas tienen acceso al arte, prosperan donde sea que estén. Cuando se lo quitamos, perdemos algo fundamental sobre el ser humano. Después de ocho años y medio en contacto con el programa, te das cuenta de que es así». Cuenta Kwedar que la película se fue construyendo por capas. En el primer estrato un guion tradicional narra la historia de amistad y rivalidad entre los personajes de Colman Domingo (desde ya candidato al Oscar) y Clarence Maclin. El primero es actor de largo recorrido con una de sus más celebradas (que no mejores) interpretaciones en la serie Euphoria. El segundo estuvo en la cárcel con condena y pasó por el programa alrededor del cuál se ordena la película. Digamos que lo que hace es interpretarse a sí mismo, pero en el pasado. En un segundo nivel, la cinta, ya de forma mucho más libre, pone en pie una obra de teatro en esencia disparatada; una obra que viaja en el tiempo y que igual bebe de Shakespeare que de Pesadilla en Elm Street sin hacer ascos a las luchas de gladiadores de otros tiempos. Y ya por último, en formato de completa improvisación, son los actores (unos y otros, los profesionales y los condenados) los que se dan vida a sí mismo. Sin pudores. De verdad.

«De alguna manera, lo que se ve entre las paredes de la prisión es la perfecta representación de Estados Unidos, que no es más que un país de emigrantes. Los verdaderos y auténticos americanos son (somos) emigrantes. Toda nuestra grandeza vino de personas que viajaron a esas tierras para buscar la oportunidad de una vida mejor. Negar eso una vez que has recibido ese regalo es algo inherentemente incorrecto», reflexiona Kwedar justo antes de citar de memoria los versos que adornan la estatua de la Libertad: «Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres,/ Vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad… ¿Cómo hemos podido olvidar esto?».

¿Y qué le parece entonces que Trump haya ganado las elecciones con un discurso antiinmigración que se expande por todo el mundo?
Sigo teniendo fe en que, como sociedad, podemos oponernos a ese liderazgo que está diseñado para dividirnos y para generar ira y miedo. Me entristece, pero, por otro lado, la experiencia de esta película me demuestra que no tenemos que conformarnos con la miseria. Podemos elegir cada alegría. Podemos elegirnos unos a otros, incluso en las noches más oscuras.

Último dato.

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