<p><i>La joia Tour</i> arrancó a mediados de 2022 y se prolongó hasta principios de 2023. Pero Universal fue demorando el lanzamiento del disco homónimo hasta enero de 2024. La película, <a href=»https://www.elmundo.es/cultura/cine/2024/09/17/66e9472921efa0c4138b45a8.html»>también titulada <i><strong>Bad Gyal: La joia</strong></i></a>, que inauguró la 22ª edición del festival In-Edit de documental musical en Barcelona, parece concebida para explicar a los fans de la rubia de Vilassar de Mar los variados motivos del retraso del disco. En sus mejores momentos, se presenta como un privilegiado vistazo al <i>backstage </i>de la industria musical o, en un plano más íntimo, como <strong>un estudio de los efectos psicológicos de una espera involuntaria, de la angustia que devora a la artista</strong> hecha a sí misma, acostumbrada a tomar todas las decisiones sobre su obra -como cantante, compositora y <i>performer</i>-, cuando su primer disco oficial, después de varias exitosas <i>mixtapes</i>, se le escapa de las manos por motivos que no puede controlar, caso de las autorizaciones legales para utilizar tal o tal otro elemento musical que no acaban de llegar; las complicaciones de agenda que siempre entrañan las colaboraciones estelares, o el descomunal e inesperado éxito de <i>Chulo</i>, <a href=»https://www.elmundo.es/cultura/musica/2024/04/07/6611c54ffc6c8328298b4578.html»>primer adelanto del disco</a>, que obligó a cambiar de estrategia para explotarlo a fondo.</p>
‘La joia Tour’ arrancó a mediados de 2022, pero Universal fue demorando el lanzamiento del disco homónimo hasta enero de 2024.
La joia Tour arrancó a mediados de 2022 y se prolongó hasta principios de 2023. Pero Universal fue demorando el lanzamiento del disco homónimo hasta enero de 2024. La película, también titulada Bad Gyal: La joia, que inauguró la 22ª edición del festival In-Edit de documental musical en Barcelona, parece concebida para explicar a los fans de la rubia de Vilassar de Mar los variados motivos del retraso del disco. En sus mejores momentos, se presenta como un privilegiado vistazo al backstage de la industria musical o, en un plano más íntimo, como un estudio de los efectos psicológicos de una espera involuntaria, de la angustia que devora a la artista hecha a sí misma, acostumbrada a tomar todas las decisiones sobre su obra -como cantante, compositora y performer-, cuando su primer disco oficial, después de varias exitosas mixtapes, se le escapa de las manos por motivos que no puede controlar, caso de las autorizaciones legales para utilizar tal o tal otro elemento musical que no acaban de llegar; las complicaciones de agenda que siempre entrañan las colaboraciones estelares, o el descomunal e inesperado éxito de Chulo, primer adelanto del disco, que obligó a cambiar de estrategia para explotarlo a fondo.
En los peores momentos, Bad Gyal: La Joia recuerda a un making-of destinado a los extras del deuvedé de la gira, más centrado en el séquito de la estrella, y rodado por David Camarero con estética de guerrilla, como una colección de materiales diversos y robados autorizados. Después del In-Edit, se estrenará en algunos cines, para que los fans puedan verlo en comunión, y más pronto que tarde aparecerá en Prime Video. Pero, para ser el primer documental sobre un fenómeno tan voraginoso como Bad Gyal, no nos dice gran cosa que no sepamos de Alba Farelo i Solé, nacida hace 27 años en la citada localidad barcelonesa. La vemos hacerse sus kilométricas uñas, utilizando un fascinante secador eléctrico; entrenando en el gimnasio, cambiándose de ropa y de peinado, y sujeta a curiosas teorías sobre su apariencia física: según una de sus colaboradoras, si se hubiese puesto tetas, parecería choni (sic). La vemos sufriendo por sus porros olvidados en una habitación de hotel, como si corriera peligro de perder su inconfundible flow jamaicano. La vemos asistiendo a desfiles de moda (siempre en front-row, que si no no viene), saliendo ocasionalmente a escena y rodando videoclips, junto a algunos de los artistas con los que ha colaborado en estos tres últimos años, como Quevedo, Karol G, o Nicki Nicole, que se dice muy exigente y profesional. No menos fugazmente aparecen sus padres -el actor Eduard Farelo y Eva Solé-, y no hay rastro de ninguna pareja sentimental, al menos de manera evidente.
La cámara se fija, sobre todo, en su entourage más inmediato: el documental podría haberse titulado Alba, la otra Alba y el resto del equipo, pues Alba Blasi cobra máximo protagonismo, casi al mismo nivel que la cantante: las dos Albas siempre están juntas, y si no se comunican con notas de voz escrupulosamente reproducidas. Blasi es la sombra de Farelo, la que la acompaña a todas partes, de Barcelona a Santo Domingo y de Miami a Las Vegas. Blasi, como Borja Rosal, otro de los tres managers de la cantante, proviene de la banda Extraperlo, formada en el underground barcelonés, cuando la música urbana ni se vislumbraba en el horizonte. Es la que capea los contratiempos, la que ejerce de muro de contención, y la que declara: «Es que al final se trata de hacer música». También dice que Farelo está todo el rato componiendo, cosa que no se ve en el documental. Aunque hay algunos bonitos planos desde el escenario, abundan tanto como los del estudio, que son escasos. Se la ve más de aquí para ahí, en los aeropuertos, esos no-lugares donde la anulación de un vuelo es su peor pesadilla. De nuevo, la espera.
El tiempo, como decíamos, es el gran tema de la película. No es de extrañar que, para aplacar la ansiedad que le produce todo ese tiempo fuera de control, la diva acuda a una joyería de la Place Vendôme para agenciarse un Cartier vintage valorado en cinco cifras. Tiene todo el sentido del mundo, porque en la lengua de Pla Joia significa alegría, pero también joya, y este documental de 92 minutos nos recuerda que no hay joya más preciada que el mismísimo tiempo. Durante años, la rubia luchó por mantener su independencia, luego confió su alma a los tiburones de la Universal, que tampoco aparecen en la película, para conquistar el mundo y lo ha tenido que pagar con montañas de tiempo. No quedaba otra, el éxito no tiene precio.
Cultura