<p>María Fasce (Buenos Aires, 1969) recurre mucho a las «citas», pero lo hace en su doble acepción de encuentro y aforismo, como si al recordar lo que dijo tal o cual autor acerca de la soledad, el miedo o el amor pudiera recuperar, no sólo el sentido profundo de esas frases memorables, sino el momento preciso, vital, que les llevó a formularlas. <strong>«Subrayo mucho los libros y releo después las notas para aprender a contar mejor»</strong>, confiesa la escritora y directora literaria de Alfaguara, Lumen y Reservoir Books. «Ahora bien, cuando soy yo quien habla sobre el papel me cuido mucho de no aturdir al lector con una sobrecarga de citas».</p>
La escritora y editora publica ‘El final del bosque’, un thriller familiar que le ha valido el Premio de Novela Café Gijón. La novela cuenta el reencuentro de tres hermanos en el bosque de su infancia para un ajuste de cuentas pendientes con el pasado
María Fasce (Buenos Aires, 1969) recurre mucho a las «citas», pero lo hace en su doble acepción de encuentro y aforismo, como si al recordar lo que dijo tal o cual autor acerca de la soledad, el miedo o el amor pudiera recuperar, no sólo el sentido profundo de esas frases memorables, sino el momento preciso, vital, que les llevó a formularlas. «Subrayo mucho los libros y releo después las notas para aprender a contar mejor», confiesa la escritora y directora literaria de Alfaguara, Lumen y Reservoir Books. «Ahora bien, cuando soy yo quien habla sobre el papel me cuido mucho de no aturdir al lector con una sobrecarga de citas».
Las hay, y muy bien escogidas, en su última novela, El final del bosque (Siruela), que concluye con una sentencia de Alfonsina Storni y que Fasce comenzó a escribir, en marzo de 2020, después de un sueño lúcido. «Por lo general, es la realidad la que sirve de detonante a la ficción: algo que escucho, que leo o que veo en las noticias. Pero en este caso fue una pesadilla». Aún entre sudores, ubicó el paisaje y a sus protagonistas: «Me encontraba con mis dos hermanos en el bosque de los veranos de nuestra infancia, en la reserva forestal de Peralta Ramos, en Mar de Plata. De pronto, por la ventana de la habitación, distinguí a un hombre tendido en el barro». Lo único que no logró recordar al despertarse fue quién de los tres había cometido el crimen.
Inmediatamente se puso a escribir un borrador del argumento siguiendo la máxima de Borges (ahora sí: la cita) de que toda buena historia es en esencia un relato policial. «La protagonista y quien escribe, Lola, ha conseguido rehacerse tras una delicada relación con la locura, pero no termina de superar sus temores, por lo que es una narradora digamos poco fiable», explica. «Y ese ha sido el gran desafío de esta novela: lograr contar una historia de intriga, una especie de thriller familiar, que mantenga ese difícil equilibrio entre lo insólito y lo verosímil a través del testimonio y las vivencias de una mujer que sufre alucinaciones, megalomanía y delirios».
El mérito de Fasce es doble si tenemos en cuenta que algunas premisas del noir aparecen aquí invertidas: no hay, por ejemplo, un acontecimiento que desencadene la acción, sino que es el silencio acumulado durante años por una familia el que adquiere la forma de un hombre tendido en el suelo bajo la lluvia. «Desde el principio tuve claro que lo que debía perturbar y conmover al lector estaba en el interior de los tres protagonistas, en sus conflictos interiores, en su manera de gestionar el pasado», dice la escritora, que no disimula su admiración por Patricia Highsmith. «El factor sorpresa es fundamental, pero no sólo en lo que se refiere a la trama y a los personajes, también al estilo».
Y es ahí donde la autora se la juega. Porque la locura de Lola (escritora y editora como Fasce) no se complace en los muchos desvaríos del trastorno paranoide que sufre si no es para desafiar la noción misma de realidad con un lenguaje que tiene mucho de subversivo y liberador. «Si lo piensas bien, la ficción es locura en sí misma, pues acelera la realidad, crea una versión alternativa de los hechos que puede resultar tremendamente sólida, lógica y, por momentos, hasta más lúcida que la propia razón», asegura Fasce, quien explora a través de este registro la relación entre cuerpo y mente, el estigma de la histeria y eso Siri Hustvedt llamó «verdades viscerales».
El resultado tiene tantas capas como posibles formas de lectura: bien a la manera de una fábula («me vienen a la cabeza Los tres chanchitos», propone la autora) o como un guion de David Lynch, con sus desmesuras y conexiones imposibles. «Tiene gracia ese referente porque para mí el cine de Lynch ha sido una fuente inagotable de inspiración», asegura quien está acostumbrada a detectar el potencial literario de los muchos manuscritos que llegan cada semana a su despacho. «Para que no se me acumule el trabajo sigo el consejo de Ford Madox Ford, quien leía las primeras páginas y también la noventa y nueve, que es donde se exhibe de verdad el estilo del autor, cuando tiene la guardia baja».
Y destaca después algunas virtudes de sus autoras favoritas del catálogo de Lumen: el «alegre y crudo realismo» de Lucia Berlin en Manual para mujeres de la limpieza, la «narración hipnótica» de Elena Ferrante en cada una de las entregas de la saga La amiga estupenda o el «esfuerzo titánico y la capacidad de trabajo» de la debutante (y uno de los fenómenos literarios del año pasado) Sara Barquinero con Los escorpiones. «Mi obsesión es parecerme en algo a los libros que admiro… Y, por lo general, desconfío de las frases redondas y resultonas. Creo que el texto se parece mucho a un compuesto químico: una oración que, al contacto con otra, termina produciendo una explosión».
De todo lo publicado desde su debut literario a los 29 años con El oficio de mentir (en total seis novelas, un libro de entrevistas, tres de relatos y otros dos inéditos que esperan su momento en un cajón), reconoce Fasce que El final del bosque es posiblemente el texto que contiene más «puntos sensibles» que remiten a su propia biografía. «Cualquiera que me conozca sabe que la protagonista, por muy editora y escritora que sea, no se parece en nada a mí, pero la enfermedad y la muerte de sus padres está sacada de mis diarios, y eso me hizo dudar», confiesa. «Después de darle algunas vueltas, hice un pacto conmigo misma: solo la publicaría si ganaba un premio».
A los pocos meses de enviar el original a un apartado de correos, recibió la llamada de Ofelia Grande, directora editorial de Siruela, para hacerla adjudicataria del Premio de Novela Café Gijón 2024, cuyo jurado (integrado por Ricardo Menéndez Salmón, Gioconda Belli, Marcos Giralt Torrente y Mercedes Monmany Picardo) destacó la «indudable solvencia formal» y «el innegable vuelo estilístico» de El final del bosque. «Me acordé entonces del consejo que le daba Lorrie Moore a sus alumnos sobre escribir como si no les fueran a leer nunca sus padres», dice Fasce, y saca lustre a la cita: «Y creo que es aplicable incluso en casos, como el mío, en que ni siquiera existe tal posibilidad».
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