<p>Ver<i> Gremlins</i> en 1984 era como chuparse en el cine una sesión doble de <i>Barrio Sésamo </i>y <i>El exorcista</i>. <strong>Joe Dante</strong> presentó un cuento navideño que puede definirse como una comedia de terror con teleñecos. Millonaria, porque <a href=»https://www.elmundo.es/papel/cultura/2024/08/20/66be298bfdddff92938b45a1.html»>recaudó 150 millones de euros en todo el planeta.</a> Y es entendible.</p>
Esta película nació como marca blanca de Steven Spielberg y fue un fenómeno de masas. ¿Quién no pidió un Gizmo a sus padres en la Navidad del 84? Era la mascota soñada, el primo hermano de la oveja Norit y el cuñado de Baby Yoda
Ver Gremlins en 1984 era como chuparse en el cine una sesión doble de Barrio Sésamo y El exorcista. Joe Dante presentó un cuento navideño que puede definirse como una comedia de terror con teleñecos. Millonaria, porque recaudó 150 millones de euros en todo el planeta. Y es entendible.
¿Quién no pidió un Gizmo a sus padres por Navidad? Era la mascota soñada, el primo hermano de la oveja Norit y el cuñado de Baby Yoda. Era una criatura entrañable que adoraba ver la tele y encima tocaba melodías en un órgano Casio. No podía molar más. Sin embargo, los niños de los 80 preferían tener en realidad debajo de la cama a alguno de esos engendros reptilianos que la liaban parda como compañeros de juegos. Porque si Gremlis gustó tanto es porque es muy gamberra.
Por desgracia, ninguno de nuestros padres tenía una profesión tan fascinante como la del padre de Gremlins, ese maravilloso inventor de cosas absurdas, ni se desvivían por encontrar un regalo demasiado original para Reyes en un paseo nocturno por Chinatown. A mí los míos no me compraron ni un perro. Lo que no entendíamos entonces de esta historia es que el hijo de la película no fuera un crío y sí un adolescente que en vez de pedir un vespino o una crema antiacné babeara por un koala rechonchete. Cosas del lenguaje cinematográfico. En realidad, todo era un truco. Dante nos puso un comienzo ñoño que provocaba relajación para a media película dejarnos con la boca abierta y con las uñas clavadas en la butaca.
Cuando uno pasaba por la puerta de los entonces escasos restaurantes chinos de Madrid, esperaba que el dueño le invitara a un arroz tres delicias y le contara los preceptos. Es decir, las tres reglas sagradas de los Gremlins, que eran algo como el libro de catequesis del cine pop. Para recordar que nos pasaba si los incumplíamos recurro a Oscar C. Segura y su glosario 80 Rebobinados.
«Cuando mojas con agua a un Mogwai [el achuchable] se clona. Pero si le dejas comer pollo frito después de la medianoche tienes dos posibilidades. Que venga de farra y tenga gusa como cualquier hijo de vecino al llegar a casa, o bien, que se convierta en un gremlin tras pasar por la fase de capullo. Capullo a nivel de metamorfosis, claro. Algo así como el primer Pokémon de la historia».
El nacimiento del Pokémon cuqui y de los pokémones satánicos se debe a Steven Spielberg, oráculo de esta sección ochentera. Francisco Javier Millán cuenta en Gremlins. Nunca les des de comer después de la medianoche (Diábolo Ediciones) cómo se gestó esta película. Spielberg había fundado la productora Amblin con el fin de sacar adelante proyectos que no quería rodar ni que mancillaran su imagen pública de alma pura del cine comercial. Los subcontrataba como productor y así podía desarrollar su espíritu más oscuro. Sin duda un placer culpable con mucha rentabilidad. Algunas de estas películas hicieron más dinero que las que llevaban su firma.
Amblin o el Hacendado de Spielberg había debutado con un pelotazo, Poltergeist, dirigido por el director de La matanza de Texas. Así que para Gremlins el director de la saga de Indiana Jones fichó a Joe Dante, otro especialista en terror, que le había rendido pleitesía con Piraña, que es una versión muy chula y lowcost de Tiburón.
El talento de Dante consistió en convertir Gremlins en una película de entretenimiento que funcionaba como un cuento infantil. Gran parte del mérito debe llevárselo el solvente guion de Chris Columbus, quien años después triunfó como director con Solo en casa, para el que se inspiró en un problema doméstico.
«Cuando era estudiante de cine en la Universidad de Nueva York, Columbus vivía en un apartamento de mala muerte, como todos nosotros cuando éramos estudiantes hambrientos», recordó el productor Michal Finnell en el portal The Ringer. «Oía todo el rato ratones corriendo y se dio cuenta de que en la mayoría de las películas de monstruos, desde King Kong a Godzilla, la criatura era grande. Pero en cierto modo algo pequeño da más miedo porque puede esconderse».
Así surgieron los gremlins. Eso sí, Columbus partió de una idea ajena. Roald Dahl, el autor de obras maestras de la literatura juvenil como Charlie y la fábrica de chocolate y Las brujas, había dedicado un relato a estas criaturas. Las conocía porque eran protagonistas de varias leyendas urbanas que circulaban en su tiempo de soldado en la Segunda Guerra Mundial. A los gremlins se les atribuía los fallos mecánicos en pleno vuelo que sufrían los aviones durante la Batalla de Inglaterra. Dahl los describe como una especie de duendecillos con mala leche y un poco nazis probablemente, alejados de lo que mostró Dante. Walt Disney los había querido llevar antes al cine de animación sin éxito.
Hoy que vivimos en una época en la que los efectos digitales empiezan a ser estomagantes resulta imprescindible rendir homenaje al trabajo de Chris Wallas, cuyo talento animatronic y en el manejo de marionetas obraron el milagro de que los gremlins nos hicieran sonreír y sentir miedo al mismo tiempo. Por desgracia la revolución informática que supuso Parque Jurásico casi una década después mandaría a todos estos geniales artesanos al paro. Sí, otra vez Spielberg.
No hagamos de menos la representación antropológica de la película, aunque nadie recuerde sus nombres. Los protagonistas humanos Zach Galligan (Billy) y Phoebes Cates (Kate) iban para estrellas, pero como tantos otros se quedaron en jóvenes prometedores fagocitados por un supertaquillazo. No han pasado de secundarios de serie regulera ni se pagarán la pensión con su carrera interpretativa.
Ellos y nosotros siguen esperando que les regalen un gremlin por Navidad.
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