Palomas negras: un thriller mamarracho que es muy bueno y muy malo a la vez

<p>Ver y escuchar a <strong>Sarah Lancashire </strong>es siempre hipnótico. En <i>Palomas negras</i>, la protagonista de <i>Happy Valley </i>y <i>Julia sale poco</i>, pero cuando sale la serie se eleva varios niveles. Porque, seamos serios, esta producción de Netflix es, en muchos aspectos, <strong>muy mejorable</strong>. Pero lo que <i>Palomas negras </i>hace bien, lo hace muy bien. Su guion es una colección de imposibilidades, pero también una clase magistral en la asignatura televisiva más difícil: enganchar al espectador.</p>

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 La premisa es atractiva, el ritmo es el propio de una final olímpica, el elenco es lujoso… Y el guion es chapucero, pero más o menos se perdona todo.  

Ver y escuchar a Sarah Lancashire es siempre hipnótico. En Palomas negras, la protagonista de Happy Valley y Julia sale poco, pero cuando sale la serie se eleva varios niveles. Porque, seamos serios, esta producción de Netflix es, en muchos aspectos, muy mejorable. Pero lo que Palomas negras hace bien, lo hace muy bien. Su guion es una colección de imposibilidades, pero también una clase magistral en la asignatura televisiva más difícil: enganchar al espectador.

La premisa de Palomas negras, lanzada a bocajarro en los primeros minutos del primer episodio (no es ésta una serie que se ande con remilgos), es atractivísima: la mujer de un político británico es una espía infiltrada. Pero Helen Webb (Keira Knightley) no trabaja para un país sino para una enigmática organización en la que Reed (Sarah Lancashire) es una de las jefas. Asentada como «señora de» y fuera de toda sospecha, Helen es la informadora perfecta… hasta que intuye que ella misma podría ser el peón de la partida de ajedrez de otros. Una tonta útil. También una tonta útil con ansias de venganza.

Palomas negras comienza con el asesinato de su amante. Ella está convencida de que él fue una víctima inocente de algo que le quedaba demasiado grande. Pero.. ¿y si a ella también le quedase grande un plan secreto del que apenas conoce una pequeña parte? ¿Y si las casualidades no existiesen? Todo esto en un Londres navideño elegantísimo, en una serie con producción de lujo y con un tono que podríamos definir como «Guy Ritchie con cerebro».

Keira Knightley, en 'Palomas negras'.
Keira Knightley, en ‘Palomas negras’.

En su imprevista reactivación como agente de campo, Helen se reencuentra con Sam (Ben Wishaw), antiguo compañero de trabajo («trabajo»), un ejecutor a sueldo que, al contrario que ella, no consiguió mantener su vida oficial al margen de la real. Condenado a ser nihilista y gris, Sam encuentra en la protección de Helen una manera de reconciliarse con su pasado y, lo que es más importante, que ese pasado se reconcilie con él.

Wishaw y Lancashire, dos actores extraordinarios, y Knightley, una estrella indiscutible, encabezan el carismático reparto de Palomas negras. Intérpretes capaces de sostener el tono de la serie (un thriller conspiranoico) y a la vez defender los chirriantes toques de humor que incluye su guion. Palomas negras, creada por Joe Barton, responsable de la originalísima Giri/Haji, compatibiliza el gravitas con el chascarrillo, diálogos dignos de Aaron Sorkin mezclados con macarradas a lo Snatch, reflexiones sobre la identidad («lo real, curioso concepto»…) y tiroteos inverosímiles.

Que esta sea una serie de Netflix le ayuda y le perjudica. Por un lado, la mejor promoción que puede tener una serie ahora es ser de Netflix, el servicio de streaming más popular, y que la aplicación te la sugiera con insistencia en su pantalla de inicio. Por otro lado, la afición de la plataforma a la series vistosas pero absolutamente vacías puede hacer pensar que Palomas negras es eso. Que solo es eso.

No soy yo fan de las ficciones que solo saben avanzar y olvidan los flecos que van soltando por el camino. Me suele poner de los nervios que una serie crea que no me he enterado de los agujeros de guion que deja al descubierto. Y sin embargo, a Palomas negras se los perdono. Su avance constante me engancha, su tema de fondo me fascina («lo real, curioso concepto»…) y sus protagonistas me hipnotizan. Igual le pido demasiado poco a esta serie. O igual no esperaba nada de ella y me llevé una agradable sorpresa. El buen thriller mamarracho, curioso concepto.

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