Una pequeña roca de solo 70 centímetros ha puesto en alerta a la comunidad astronómica. Se trata de un asteroide que, el pasado 3 de diciembre, entró en la atmósfera de la Tierra y se quemó casi de manera inmediata. Tal y como dijo la Agencia Espacial Europea (ESA) en X (Twitter), no fue más que “una bonita bola de fuego en el cielo sobre el norte de Siberia”.
Tal vez te preguntes qué tiene de importante un objeto como este, de apenas tres palmos de diámetro. Su relevancia radica en que se ha convertido en el cuarto ‘impactador inminente’ descubierto en 2024. Esto significa que a lo largo de este año los sistemas de detección de asteroides que tenemos en la Tierra ‘han fallado’ al menos en cuatro ocasiones.
Me explico bien: los expertos denominan ‘impactador inminente’ a un asteroide que se descubre a pocas horas de su esperado impacto. Hasta ahora siempre se ha tratado de objetos espaciales inofensivos cuya trayectoria directa hacia la Tierra no ha provocado daños. Sin embargo, que el suceso se haya repetido en varias ocasiones deja cierta preocupación sobre cómo de preparados estaríamos ante un problema mayor.
La ESA y otras agencias espaciales operan una multitud de redes de sensores alrededor de la Tierra para vigilar los objetos entrantes, como este al que se ha denominado C0WEPC5. Pero el cielo es demasiado grande y descubrir incidentes como este con poco margen de maniobra es bastante habitual.
Un asteroide calificado de ‘potencialmente peligroso’
Roscosmos, la agencia espacial rusa, fue un poco más allá que la ESA y calificó a este asteroide de ‘potencialmente peligroso’, estimando su diámetro entre 50 centímetros y dos metros.
Precisamente debido a su tamaño reducido, el asteroide fue detectado por los astrónomos aproximadamente 12 horas antes de su entrada en la atmósfera. Se trata de tiempo suficiente para predecir con precisión el momento y lugar del impacto, pero caben las dudas de si hubiera sido bastante para reaccionar en caso de que hablásemos de un objeto de mayor tamaño con previsión de provocar daños.
Esta es la undécima ocasión en total en que se detecta un asteroide antes de su colisión con la Tierra con ese poco margen de maniobra, mostrando así que nuestra Red de Observación de Objetos Cercanos a la Tierra (NEO), principal sistema de defensa planetaria, podría quedarse insuficiente en una futura catástrofe.
En esta ocasión el incidente no causó ningún tipo de daño, pero sirve como recordatorio de nuestra vulnerabilidad frente a los objetos espaciales. Aunque el asteroide C0WEPC5 era demasiado pequeño para representar una amenaza, los expertos coinciden en que no siempre será así.
Este suceso pone de relieve la necesidad de seguir invirtiendo en tecnologías de detección temprana y en sistemas de respuesta rápida. La Red de Observación de Objetos Cercanos a la Tierra (NEO) ha avanzado enormemente en las últimas décadas, pero todavía hay espacio para mejorar, especialmente en la identificación de cuerpos más pequeños que suelen pasar desapercibidos.
Eventos como este nos recuerdan que vivimos en un vecindario cósmico dinámico, donde los asteroides y cometas son compañeros de viaje y nunca se puede descartar al 100% la posibilidad de un impacto devastador. Sería arriesgado hacerlo teniendo en cuenta que según los datos disponibles hay unos 1.423.180 asteroides solo en nuestro sistema solar.
Si llegara a ocurrir, la colaboración internacional será clave. La Agencia Espacial Europea, la NASA y otras organizaciones ya trabajan juntas en iniciativas como Hera y DART, diseñadas para probar nuestra capacidad de desviar asteroides en caso de peligro real.
Cuatro asteroides han impactado contra la Tierra en 2024 sin apenas aviso previo, poniendo en entredicho la eficacia de los sistemas de detección planetaria. El último, una roca de 70 centímetros, se desintegró el pasado 3 de diciembre sobre Siberia.
Una pequeña roca de solo 70 centímetros ha puesto en alerta a la comunidad astronómica. Se trata de un asteroide que, el pasado 3 de diciembre, entró en la atmósfera de la Tierra y se quemó casi de manera inmediata. Tal y como dijo la Agencia Espacial Europea (ESA) en X (Twitter), no fue más que “una bonita bola de fuego en el cielo sobre el norte de Siberia”.
Tal vez te preguntes qué tiene de importante un objeto como este, de apenas tres palmos de diámetro. Su relevancia radica en que se ha convertido en el cuarto ‘impactador inminente’ descubierto en 2024. Esto significa que a lo largo de este año los sistemas de detección de asteroides que tenemos en la Tierra ‘han fallado’ al menos en cuatro ocasiones.
Me explico bien: los expertos denominan ‘impactador inminente’ a un asteroide que se descubre a pocas horas de su esperado impacto. Hasta ahora siempre se ha tratado de objetos espaciales inofensivos cuya trayectoria directa hacia la Tierra no ha provocado daños. Sin embargo, que el suceso se haya repetido en varias ocasiones deja cierta preocupación sobre cómo de preparados estaríamos ante un problema mayor.
La ESA y otras agencias espaciales operan una multitud de redes de sensores alrededor de la Tierra para vigilar los objetos entrantes, como este al que se ha denominado C0WEPC5. Pero el cielo es demasiado grande y descubrir incidentes como este con poco margen de maniobra es bastante habitual.
Roscosmos, la agencia espacial rusa, fue un poco más allá que la ESA y calificó a este asteroide de ‘potencialmente peligroso’, estimando su diámetro entre 50 centímetros y dos metros.
Precisamente debido a su tamaño reducido, el asteroide fue detectado por los astrónomos aproximadamente 12 horas antes de su entrada en la atmósfera. Se trata de tiempo suficiente para predecir con precisión el momento y lugar del impacto, pero caben las dudas de si hubiera sido bastante para reaccionar en caso de que hablásemos de un objeto de mayor tamaño con previsión de provocar daños.
Esta es la undécima ocasión en total en que se detecta un asteroide antes de su colisión con la Tierra con ese poco margen de maniobra, mostrando así que nuestra Red de Observación de Objetos Cercanos a la Tierra (NEO), principal sistema de defensa planetaria, podría quedarse insuficiente en una futura catástrofe.
En esta ocasión el incidente no causó ningún tipo de daño, pero sirve como recordatorio de nuestra vulnerabilidad frente a los objetos espaciales. Aunque el asteroide C0WEPC5 era demasiado pequeño para representar una amenaza, los expertos coinciden en que no siempre será así.
Este suceso pone de relieve la necesidad de seguir invirtiendo en tecnologías de detección temprana y en sistemas de respuesta rápida. La Red de Observación de Objetos Cercanos a la Tierra (NEO) ha avanzado enormemente en las últimas décadas, pero todavía hay espacio para mejorar, especialmente en la identificación de cuerpos más pequeños que suelen pasar desapercibidos.
Eventos como este nos recuerdan que vivimos en un vecindario cósmico dinámico, donde los asteroides y cometas son compañeros de viaje y nunca se puede descartar al 100% la posibilidad de un impacto devastador. Sería arriesgado hacerlo teniendo en cuenta que según los datos disponibles hay unos 1.423.180 asteroides solo en nuestro sistema solar.
Si llegara a ocurrir, la colaboración internacional será clave. La Agencia Espacial Europea, la NASA y otras organizaciones ya trabajan juntas en iniciativas como Hera y DART, diseñadas para probar nuestra capacidad de desviar asteroides en caso de peligro real.
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