Ricardo Darín: «El teatro es peligroso, pero nunca nos van a echar de ahí»

<p>Es la quinta ocasión que<strong> Ricardo Darín</strong> regresa a España para representar ‘Escenas de la vida conyugal’, adaptación de la miniserie de Ingmar Bergman (posteriormente convertida en película) ‘Secretos de un matrimonio’ (1973), que lleva poniendo en pie desde hace una década. Dirigida por Norma Aleandro y coprotagonizada por Andrea Pietra, la obra se representa desde este jueves y hasta el 29 de septiembre en el Teatro Rialto de Madrid, y del 2 al 20 de octubre en el Coliseum de Barcelona.</p>

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 El actor argentino regresa por quinta vez a España para representar junto a Andrea Pietra ‘Escenas de la vida conyugal’, basada en la película de Ingmar Bergman  

Es la quinta ocasión que Ricardo Darín regresa a España para representar ‘Escenas de la vida conyugal’, adaptación de la miniserie de Ingmar Bergman (posteriormente convertida en película) ‘Secretos de un matrimonio’ (1973), que lleva poniendo en pie desde hace una década. Dirigida por Norma Aleandro y coprotagonizada por Andrea Pietra, la obra se representa desde este jueves y hasta el 29 de septiembre en el Teatro Rialto de Madrid, y del 2 al 20 de octubre en el Coliseum de Barcelona.

La pieza habla de los problemas de una relación de pareja a lo largo de varios años. ¿Pero cómo es la relación, también larga en el tiempo, con la propia pieza?Maravillosa. Sobre todo, si uno tiene la suerte, la oportunidad y el deseo, como lo he tenido yo, de llevarla adelante durante tantos años. En este caso, se trata de una pieza teatral que otorga la posibilidad de estar revisándola todo el tiempo, analizándola y resignificándola. Porque el mundo está en movimiento permanente y los paradigmas cambian continuamente. Entonces, una frase dicha en un contexto no significa exactamente lo mismo que esa misma frase dicha en otro contexto. Y nosotros estamos muy atentos a eso, a la vibración que viene del patio de butacas. Eso nos mantiene muy encima de la pieza y hace que no sea una repetición.¿Qué cosas diría que han cambiado del contexto?Todas las movidas que ha habido en los últimos años a nivel mundial con respecto a todo. Por ejemplo, los derechos de las mujeres o cómo se planta la sociedad ante determinados acontecimientos. Eso hace que uno perciba en el patio de butacas exclamaciones, silencios profundos, risas nerviosas… Esas devoluciones producen que, si estás atento -y nosotros intentamos estarlo-, tengas una cadencia especial.¿Qué destacaría de lo que hoy cuenta ‘Escenas…’?La obra sintetiza la relación de una pareja a lo largo de 25 años. Fue escrita hace mucho tiempo y a pesar de eso no ha perdido vigencia con respecto a lo que es la vinculación entre dos personas que se aman. Yo siento que lo que Bergman ha intentado -y ha llevado a cabo- es una crítica a la estructura matrimonial, no al amor entre dos personas. En ese sentido, el mundo nos da señales todos los días, aunque sean muy chiquitas. Pero si uno está atento, las capta.¿Por qué cree usted en el teatro?Se reúnen varios factores. Primero, el teatro es, para los actores en general, resistencia. El lugar de donde nunca nos van a poder echar. No nos van poder mover nunca de ahí porque es el único sitio donde somos irremplazables, salvo por las marionetas. Y yo, que soy un amante acérrimo del teatro, otra cosa que considero que hace que éste esté tan vivo es que es peligroso. Es vertiginoso: esa reunión que se produce en ese recinto llamado sala teatral -o en cualquier otro lugar-, el clima que se produce en esa complicidad insólita e inesperada entre un grupo de actores que quieren contar un cuento y esa gente que ha aceptado jugar el juego de creerles. Es una simbiosis y una conexión irreemplazable, porque todos estamos respirando la misma atmósfera. Por eso las diferencias entre una función y otra dependen tanto de factores que son a veces imperceptibles.¿Por ejemplo?Si es un día muy lluvioso y la gente llega a la sala teatral incómoda y finalmente logra acomodarse en su butaca y se quitan sus abrigos y empieza la música y se abre el telón, hay una conciencia generalizada entre todos los que estamos ahí de que es un día complicado. Le ponemos garra entre todos para que las cosas salgan adelante. Hay una participación activa de la gente que está sentada, que algunos no consideran, pero para mí es un factor fundamental de lo que es el tránsito de una función. Todos esos factores y muchos otros que podríamos mencionar hacen que una función teatral sea algo que está vivo, se nutre muy poco de la tecnología, todos los que estamos ahí nos miramos cara a cara y estamos sumergidos en la misma marea y cuando las cosas salen bien, la sensación de placer profesional es embriagadora.Hablaba usted de que el teatro es peligroso. ¿Podría abundar un poco en esta idea?El teatro es peligroso en el mejor de los sentidos. De pronto, alguien se puede levantar en su butaca y gritar: «No estoy de acuerdo». O: «Eso es una imbecilidad». Así ha ocurrido muchas veces. Y hay que ver cómo se sigue a partir de ahí. Si incorporarlo, ignorarlo o sumarlo a lo que está ocurriendo. Es una sensación un poco ambivalente, porque uno se plantea cómo está haciendo semejante cosa, qué falta de prudencia, qué falta de respeto. Y al mismo tiempo piensa: qué subido está en esta historia que se la está creyendo y reacciona humanamente.¿Y usted, cómo ha cambiado con la obra?Cuando uno tiene la oportunidad de estar batallando sobre un mismo texto, alcanza niveles de profundidad con respecto a lo que quiere transmitir que, con el correr de las funciones, un buen día y mágicamente, entiende que esa frase que pronunciaba y que creía que quería decir una cosa, en realidad quiere decir otra.¿Cómo es el equilibrio entre el actor y la persona pública?No busco un balance, pero reconozco que es muy difícil salirse de uno mismo. Es decir, hay unos aportes imperceptibles, involuntarios o inconscientes que se trasladan de nuestra personalidad al personaje en cuestión. En la medida en que nos alejamos lo más posible de nuestra personalidad, creo que estamos cercanos a entender o a percibir que estamos haciendo un buen trabajo. Si uno solamente pusiera su personalidad al servicio de un personaje, estaría cometiendo una alta traición, en cuanto eso no se ajuste a lo que el autor pretende. Ahí es donde se produce un punto de equilibrio y el personaje tiene mi cuerpo, mi voz, mi forma de mirar, mi forma de caminar…Argentina es una superpotencia cultural. Y, sin embargo, parece condenada a sufrir por crisis económicas, corralitos, violencia… ¿Qué siente usted al respecto?Los actores disfrutamos algo muy difícil de explicar, que es que durante una representación teatral una de las cosas que se producen es que descansas un poco de vos mismo. El hecho de estar a cargo de un personaje al que le ocurren circunstancias que son las que nos imperan sobre el escenario en función de lo que vamos a contar hace que te alejes por un rato de la realidad. Y eso es un descanso del ego, un descanso del yoismo, de la personalidad, del contexto, de la atmósfera y de las circunstancias que te tocan vivir. A eso hay que sumar que los argentinos estamos acostumbrados a las crisis, no sé si triste o afortunadamente. Vivimos de crisis en crisis, eso nos ha dado una dinámica y una ‘gimnasia’ que hace que padezcamos la crisis, pero al mismo tiempo, no sintamos que es el fin del mundo, con lo cual seguimos adelante. Hemos atravesado crisis económicas en nuestro país muy profundas, como algunas de las que mencionaste, y sin embargo, la actividad del teatro en esos periodos fue como que cobrara vitalidad. Y se nota mucho más en el teatro off: en los barrios, en los grupos teatrales, en los estudiantes. Es una respuesta extraordinaria, lo que me lleva a pensar que de esa gimnasia hay siempre un aprendizaje. Cultura

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