<p>Quizá el sueño, más allá de cualquier explicación razonable, no es nada más que el sistema arbitrado por el organismo para hacer soportable el rigor frustrante de la vigilia. O tal vez, al revés, son las horas que pasamos despierto la experiencia devastadora y hasta cruel que necesita nuestro cuerpo para apreciar en lo que vale la libertad y el placer de vivir dormido. <strong>Anna Cornudella (Barcelona, 1991) </strong>más que dormilona es curiosa. Un buen día de paseo por Nueva York se preguntó extrañada porque no veía ninguna ardilla. A esta directora de cine que antes fue artista sin apellidos le sorprendió su propia sorpresa. ¿Una plaga? ¿El aviso de la primera de todas las extinciones que vendrán? Todo era más sencillo y a la vez más misterioso. Las ardillas, por lo menos algunas, hibernan. Es decir, si tuvieran conciencia creerían como los hombres del barroco español que la vida, o parte de ella, es sueño y los sueños… son lo que son. «Más tarde», recuerda, «leí un artículo donde se explicaba que un determinado puercoespín australiano sobrevivió a las catástrofes medioambientales aprendiendo a hibernar. Es decir, su mecanismo de adaptación consistió en dormir mientras fuera pasaba lo peor». Así, entre ardillas y puercoespines, nació la que es la película entre la ficción y el documental más sorprendente del año. Recién premiada en los Premios Feroz con el Arrebato de no-ficción, <i>The Human Hibernation</i> reconstruye un universo un poco distopía, otro poco ensoñación y siempre fascinante en el que los seres humanos aprenden a, en efecto, hibernar. Como el Segismundo de Calderón, pero en prosa.</p>
La directora Anna Cornudella, premiada en Berlín y merecedora del Premio Feroz Arrebato de no-ficción, recuerda el largo viaje por Nueva York, Dakota del Sur y Cataluña hasta componer una de las películas del año
Quizá el sueño, más allá de cualquier explicación razonable, no es nada más que el sistema arbitrado por el organismo para hacer soportable el rigor frustrante de la vigilia. O tal vez, al revés, son las horas que pasamos despierto la experiencia devastadora y hasta cruel que necesita nuestro cuerpo para apreciar en lo que vale la libertad y el placer de vivir dormido. Anna Cornudella (Barcelona, 1991) más que dormilona es curiosa. Un buen día de paseo por Nueva York se preguntó extrañada porque no veía ninguna ardilla. A esta directora de cine que antes fue artista sin apellidos le sorprendió su propia sorpresa. ¿Una plaga? ¿El aviso de la primera de todas las extinciones que vendrán? Todo era más sencillo y a la vez más misterioso. Las ardillas, por lo menos algunas, hibernan. Es decir, si tuvieran conciencia creerían como los hombres del barroco español que la vida, o parte de ella, es sueño y los sueños… son lo que son. «Más tarde», recuerda, «leí un artículo donde se explicaba que un determinado puercoespín australiano sobrevivió a las catástrofes medioambientales aprendiendo a hibernar. Es decir, su mecanismo de adaptación consistió en dormir mientras fuera pasaba lo peor». Así, entre ardillas y puercoespines, nació la que es la película entre la ficción y el documental más sorprendente del año. Recién premiada en los Premios Feroz con el Arrebato de no-ficción, The Human Hibernation reconstruye un universo un poco distopía, otro poco ensoñación y siempre fascinante en el que los seres humanos aprenden a, en efecto, hibernar. Como el Segismundo de Calderón, pero en prosa.
Todo comenzó en 2018 cuando la primera idea se convirtió en proyecto con opción a beca de investigación artística. Al año siguiente, Cornudella, de natural osada, escribió al CEO de Space Works Enterprises, Inc., llamado John Bradford. Le contaba lo que ya era, en efecto, su sueño. El hombre mostró primero indiferencia para acto seguido convertir su somnolienta pereza en entusiasmo. Y eso hasta el punto de ponerla en contacto con varios científicos. De ese encuentro sacó en claro, entre otras muchas cosas claras, una invitación al centro de investigación de lémures de la Duke University en Carolina del Norte. Los lémures son de todos los primates (primates como nosotros) los únicos que pasan el invierno dormidos.
Lo siguiente fue dar con el doctor en neurofisiología Matteo Cerri, que la acompañó durante toda la investigación, y, desde ahí, todo lo demás. «Una de las primeras preguntas que surgió es cómo afectaría a los hábitos del resto de las especies el que desaparezca por una temporada el mayor de los depredadores», comenta la directora, se toma un segundo y sigue: «Todo cambió poco después durante la pandemia. La película iba sobre el sueño invernal y precisamente nos quedamos encerrados en nuestras casas. No dormidos, pero casi. De repente, se fueron añadiendo capas con las narrativas científicas y religiosas que construimos sobre el mundo, la muerte…». Y ahí, entre reescrituras, investigaciones y replanteamientos creció todo.
Lo que vino después fue la construcción de la propia película desde la imagen, que no el papel. Lo primero, entre septiembre de 2021 y enero de 2022, fue un casting online a la búsqueda de vaqueros. De cowboys para ser precisos. «Aún no sabíamos dónde íbamos a rodar. Utilizamos Facebook para buscar a nuestro personajes y con lo que encontramos trazamos un plan», recuerda Cornudella. El plan fue recorrer en coche alquilado de Nueva York a Dakota del Sur a la búsqueda de granjas y de la propia película. «Llegábamos y llamábamos a puerta fría. La reacción podía ser muy hostil. Tocábamos la puerta y salíamos corriendo hasta el límite exacto de la línea de tiro. Pero también tuvimos sorpresas de una hospitalidad extrema», dice.
La mecánica consistía en grabar conversaciones «sobre el mundo, sobre lo que pensaban, sobre su vida». «Muy pendientes», dice, «de las historias que surgían. No les contábamos lo de la hibernación. Insistíamos en que era un documental sobre su vida de cowboys. Nuestra idea siempre fue recopilar esas historias e incorporarlas a la nuestra en un viaje de idea y vuelta en el que la ficción se nutría de la realidad, y al revés. Siempre reescribiendo todo». Siempre entre el sueño de la fabulación y la vigilia de lo otro.
Así, Cornudella y su equipo dieron con Bob, que vivía en una caravana cuidando cabras, especialmente a aquellas que eran repudiadas por sus madres. «En verdad, esa era su propia historia de niño». Hasta que un día desapareció. «Supimos que había acabado en la cárcel. Le buscamos por todas las prisiones hasta que dimos con él. Estaba en una situación muy difícil y tuvimos que abandonar la idea de trabajar con él». A Bob le siguió Brian Stevens, un vaquero de rodeo con la espalda rota convencido de poder hablar con sus ancestros. «Nos contó la historia de un instante increíble en su vida en el que vio a un grupo de caballos completamente inmóviles. Estaban velando el cadáver de uno de los suyos. Sus historias nos llevaron a indagar sobre el duelo». Y con ellos, la protagonista Clara, encontrada en un pueblo del Valle del Hudson, que, según su madre, era capaz de comunicarse con las gallinas. «Ella es la que más actúa. Decía que no sabía gritar y aprendimos a gritar juntas…», hace memoria Cornudella y en los puntos suspensivos deja retazos del sueño en el que vive de principio a fin el prodigio que es The Human Hibernation; una historia que arranca con la niña, una niña humana que se despierta antes de tiempo. Todos duermen aún, menos ella que se da de bruces por vez primera en su vida con la blancura pura de la nieve. Con eso y con la posibilidad de un mundo virgen sin reglas y sin adultos. «Rodamos en tres expediciones… Rodábamos con la primera luz y con la última luz del día…».
La película inventa mitos (no acercarse a los estanques, no tocar las vacas) y los destruye. Y en ese replantearse otra realidad desde otro lado, acaba por poner en cuestión esta realidad desde cualquiera de las trincheras que se imaginen. Y todo por una ardilla que soñaba, que soñaba sueños, sueños que sueños son.
1. ESTUDIO. En 2019, la directora visita la Duke University y graba en el norte de Nueva York.
2. CASTING. En 2021 coloca anuncios en Facebook (A) buscando granjeros.
3. ENTREVISTAS. En enero de 2022, la directora y su equipo viajaron de Nueva York a Dakota del Sur.
4. RODAJE. En 3 expediciones (B) en EEUU y dos en Cataluña (C) se completó la filmación.
5. ESTRENO. En febrero de 2024 la película se presenta y es premiada en la Berlinale.
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