La Oreja de Van Gogh se funde con sus fans en una mezcla de nostalgia y futuro

<p>Que quede claro: no sólo recordaremos las tardes de invierno por Madrid porque las noches de septiembre en la capital son imborrables y eternas, capítulos perpetuamente impregnados en nuestra memoria que volveremos a visitar cuando el reloj se nos agote. Pero algo de razón tiene <strong>La Oreja de Van Gogh</strong> cuando canta que «sólo quedarán los buenos momentos de ayer». Hoy ya se ha pasado, pero el alma se desborda cuando suena la música de aquellos <strong>CDs que sonaban en el coche</strong> para juntar a un puñado de jóvenes que se mueren por serlo de manera infinita.</p>

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 La banda donostiarra ha devuelto a su público en el último día del festival la infancia que encierran los CDs antiguos del coche  

Que quede claro: no sólo recordaremos las tardes de invierno por Madrid porque las noches de septiembre en la capital son imborrables y eternas, capítulos perpetuamente impregnados en nuestra memoria que volveremos a visitar cuando el reloj se nos agote. Pero algo de razón tiene La Oreja de Van Gogh cuando canta que «sólo quedarán los buenos momentos de ayer». Hoy ya se ha pasado, pero el alma se desborda cuando suena la música de aquellos CDs que sonaban en el coche para juntar a un puñado de jóvenes que se mueren por serlo de manera infinita.

Desconozco si infinidad, pero, desde luego, el grupo donostiarra fundado en 1996 es ya Inmortal en la mente de los niños que los escuchaban y que ya no lo son tanto. Han cantado Rosas como se canta lo que se siente muy adentro, muy cerquita. Del dolor al éxtasis cuando ha sonado Puedes contar conmigo: un huracán de voces que ha hecho temblar el suelo del espacio Cantarranas de la Universidad Complutense en la segunda y última noche de esta quinta edición del Jardín de las Delicias.

«No sé cuánto tiempo llevamos sin tocar, pero mucho», ha dicho Leire Martínez. A pesar de su reciente repunte en popularidad gracias al público más joven, las canciones de siempre son insustituibles y las bandas que reventaron las listas de éxitos en los 90, como es el caso, necesitarán algo más que una trayectoria de aciertos y poesías cantadas para hacer que sus versos más recientes calen en el público. ¿Se puede alcanzar la cima dos veces? Se puede recordar, desde luego.

De recuerdos ha estado compuesta la cascada de voces, que ha sido verdaderamente indescriptible durante toda la hora que ha durado la actuación. Botes, abrazos, besos, sonrisas, ojos cerrados, apretando fuerte, como pidiendo deseos al porvenir. Cada una de las personas que ha estado viendo a LODV ha vertido cada pizca de su alma para cantar Cometas por el cielo, La Playa y La reina del pop. En conjunto, la escena ha recordado a aquello que escribió Gistau: «Todo entre nosotros está lleno de futuro».

Había protestado Leire Martínez hace poco cuando se especuló sobre la posible vuelta de Amaia Montero, vocalista inicial del grupo que dejó de compartir escenario con ellos en 2007. «No me gusta que me ninguneen a mí», dijo la cantante. A juzgar por la respuesta del público de esta noche, Leire es bien querida por sus fans. «El mejor grupo de pop de la historia de España», ha exclamado Diego, cantante de la banda Veintiuno, uno de los grupos más pujantes de la escena indie española, al que han subido para cantar El 28.

Con 20 de enero La Oreja de Van Gogh ha sellado una promesa de futuro. El público, cuyas voces entrelazadas se han diluido en el negro de la noche, nunca será tan joven como lo ha sido hoy. Pero siempre recordará las canciones que fueron la banda sonora de sus más sentidas memorias. Todo queda dentro y nada de ello en silencio.

Seamos sinceros: hay daños que son irreparables por más tiempo que pase. Basta con ver cómo ha coreado el público los dolores plasmados en verso de Beret. Excepto Lo siento o Vuelve, a los que se ha entregado todo el mundo, las demás canciones han pasado a un segundo plano. Todo ha remontado, en cambio, cuando el cantante ha regalado al Jardín de las Delicias Porfa no te vayas, su tema junto a Morat, el grupo colombiano cuyas letras pegadizas se incrustan en la cabeza. La participación del público era de las que se disfrutan, de las que remueven las entrañas como sólo los cánticos de los estadios de fútbol saben hacer.

Por su parte, los invitados sorpresa de la noche, Andy y Lucas, han demostrado que las fiestas de pueblo nunca pasan de moda. Que la música de la España popular siempre es una buena decisión: ¿Tanto la quería? No, no. Tanto la quiero. Que el pasado y la nostalgia no caben en un fin de semana como este donde todo es presente. Andy y Lucas han demostrado ser unos animadores de fiestas profesionales: vítores seguidos de ‘oles’ a España y a Andalucía. Ah, y «a la madre que os parió», ha cerrado Andy. Y, por cierto, colosal labor de los pinchadiscos entre los conciertos principales, que han dejado sin garganta a todo el público. Eso es a lo que han venido, objetivo logrado.

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